Una mujer es asesinada cada 30 horas en
Argentina. El epicentro de esta pandemia que nos afecta a todos como sociedad
se produjo el primer fin de semana de diciembre, cuando esa escalofriante cifra
se multiplicó: en un fin de semana mataron a 5 mujeres. Es decir, un femicidio
cada 18 horas. Estamos en problemas.
En este contexto social elegimos escribir “Nahir, la historia desconocida”, y
lo hicimos por la singularidad del caso, por lo atípico: es excepcional que sea
la mujer la que decide tomar una vida.
La joven Galarza planificó asesinar a su
pareja, Fernando Pastorizzo, quien fue ultimado de dos disparos, uno por la
espalda y otro a menos de un metro de distancia. Lo remató en el piso.
Se pensó como el crimen perfecto, y muy cerca estuvo de serlo. El paso fortuito
de un remisero por el lugar del hecho frustró el plan y dio inicio a otra
etapa, la de la defensa.
Nahir tuvo cuatro declaraciones distintas.
Para la Justicia, cuando una persona difiere sus versiones y las cambia de
forma tan frecuente es un claro síntoma de que está mintiendo.
Dicho está, Nahir las modificó cuatro veces. En la primera se sorprendió. Dijo
que no sabía qué había ocurrido y se presentó en la fiscalía apenas como “la
noviecita del chico muerto”. En esa oportunidad lloró sólo cuando le ordenaron
dejar el teléfono celular para determinar pericias. Una característica: su
frialdad.
Doce horas más tarde se presentó acompañada de su abogado para hacerse cargo del hecho. “Lo maté yo”, fue su lacónica declaración. Y explicó cómo y por qué. Para una joven que sabía manipular armas desde los 14 años no fue complicado agarrar la pistola reglamentaria de su padre y usarla para asesinar.
En su tercera declaración –por escrito- introdujo
un elemento central: el de la violencia de género. Se asumió como una víctima y
describió a Pastorizzo, su novio, como una especie de animal violento que la
golpeaba.
La cuarta y última fue durante el juicio. Allí ratificó sus vivencias como
víctima de violencia de género y ensayó una explicación inverosímil. Explicó
que Pastorizzo había muerto a causa de un accidente. Sí, que el arma se había
disparado en forma accidental por una mala maniobra en su moto. Nada dijo del
segundo balazo, el que lo remató.
En las pericias que se realizaron no pudo comprobarse ninguna maniobra extraña de la moto. Ni frenazos ni tambaleos ni nada que permita sospechar algo parecido. Tampoco pudo probarse la violencia de género.
De todos los episodios narrados por Nahir, que
son varios, nadie pudo dar fe de la veracidad. En más de una ocasión la joven
revela que Pastorizzo la zamarrea o la golpea. Y siempre aparece la figura de
un salvador que la rescata del mal trance. En la vía pública, en un boliche. La
secuencia que describe es siempre la misma: ella golpeada, él golpeando.
Los abogados de Nahir no pudieron traer a ninguna de estas personas, a ningún
testigo que acredite esta violencia. Las únicas dos personas que declararon en
favor de esta versión quedaron imputadas por falso testimonio.
¿Qué es lo que lleva a una joven que podría
tenerlo todo –familia, estudios, belleza, status- a arruinarse la vida de esta
forma?
Ésta y otras preguntas intentamos responder en “Nahir, la historia desconocida”