El slogan del Presidente de la Nación y su corte de levantar el estandarte de que mientras ellos trabajan para el país otros…lo que hacen es criticar, haraganear, quedarse en el pasado. Y esa palabra “mientras” esconde lo que están haciendo, mientras tanto con palabras y tirando la primera piedra, que ellos son los únicos productivos, desarrollistas y populistas, para igualar a la sociedad, que vacunan, que construyen mientras los demás, los enemigos, los que no quieren el progreso, los del gobierno anterior, que atrasaron, endeudaron, mintieron y dejaron la bancarrota, mientras ellos se remangan las camisas al mejor estilo peronista en el Teatro Colón, son los reyes de la democracia y de los Derechos Humanos y de la solidaridad. Y según declaraciones de Fernández, los otros no tienen alma y no saben de dolor. El sufrimiento es patrimonio de los que, en el poder, a proa y a popa, a babor y a estribor, lloran a sus muertos, como si fueran dueños de la historia criminal argentina. Del mismo modo que salvan la vida de sus correligionarios con vacunas para acomodados y el resto que espere, porque son de segunda.
Esa cantinela que desde el podio volvió a repetir el ahora Presidente, también del Partido Justicialista, se pasean como decía en su canción María Elena Walsh “de la sala al comedor, no me tires con cuchara, tírame con tenedor”, a los opositores.
Ellos, mientras se reúnen para debatir, el pueblo quiere trabajar, los empresarios seguir produciendo y los adalides del “Titanic argentino”, se pelean entre gallos y medianoche por puestos, y cabalgando al galope para llegar a la meta de las elecciones y ganarlas, aunque sea por una cabeza.
Ellos, que mientras otros presentan libros como si ellos no los presentaran, compran vacunas a plazos, porque la economía ratonea, corren a recibirlas a Ezeiza, para ponerles la camiseta partidista, habilitan la cadena nacional con el fétido aroma del recuerdo del gobierno militar, para no quedarse atrás el día de la presentación de Macri, ellos que inventan cargos y si los destituyen, premian a los depuestos con cargos diplomáticos en paraísos para mitigar sus desplazamiento, y todo esto a costillas del pueblo.
La rueda sigue girando y gastando, el mecanismo de los perimidos discursos absolutistas de un pasado que desde el balcón de la Plaza de Mayo, se deleitaban de muchedumbres que asistían a rendir culto como dioses a sus redentores de la solución social. Lástima que falta memoria colectiva para recordar cómo terminaron la mayor parte de sus grandes conductores, como dice el cántico de la Marcha Peronista.
“Cambia, todo cambia”, cantaba Mercedes Sosa… y para ellos llegó el cambio. Pero los argentinos contras saben, que a Caperucita ese la comió el Lobo, vino el leñador y con el hacha le abrió la panza para sacarla, la salvó y que es un cuento de nunca acabar, porque seguirá habiendo inocentes, enemigos y salvadores. Fernández no asusta a los que sabemos diferenciar entre la realidad y la fantasía.
INVITADA
MARTHA WOLFF
Escritora y periodista