Santiago Cafiero, jefe de Gabinete, denunció que la oposición “encuentra motivos para celebrar en la cantidad de muertos”. Pregunto: “No es correcto decir con la cantidad de muertos?” Esta frase no es célebre, pero va a figurar en la memoria colectiva como un ejemplo de un político que quiso ganarse aún más el chupamedismo hacia al presidente y su séquito. Una frase más para demostrar que la verborragia de la convivencia, achicar la grieta, respetar a la oposición, es un verso grande y encubierto, cuando además acusó a Larreta de politizar la pandemia guiado por los sectores reaccionarios, según sus fidedignas palabras.
No es la primera vez que Cafiero se desborda de y en sus opiniones, que demuestran a las claras que es un servidor en todo el sentido de la palabra. Entre otros grandes conceptos de su fanatismo que lo categoriza tuvo el descaro de señalar a la oposición culpable de la judicialización de la pandemia, otro exabrupto para acusar, deporte favorito de su partido. El tiro al blanco fue jugar a la policía y a los ladrones tratando de delincuentes e inhumanos a “Juntos por el Cambio” e indirectamente con el Jefe de del gobierno porteño a la cabeza y por politización de la pandemia y celebrando los muertos por coronavirus.
Indudablemente a Cafiero, con esta acusación, reflexión, denuncia, ofensa y demás, se lo debería expulsar del gobierno, pero seguro que si lo hacen le darán una embajada.
Cafiero a la enésima potencia es el más ferviente seguidor de la línea de pensamiento de que el adversario político es el que especula con la vida, las vacunas, es el infecta a la sociedad, a la ciudad y la desparrama en la provincia de Buenos Aires y por ende con viento a favor en el país.
Cafiero es un trastocado que confunde a la muerte con una fiesta, mientras el peronismo y el kirchernismo se mandaron una orgía de vacunas para sobrevivir al pueblo, sobrevivir y eternizarse en el poder sanos y salvos. Por eso, creo que hay que hacerle un estudio psicológico por demencia juvenil, un nuevo síndrome por obsecuencia partidista, creyendo que las vacunas no vienen en avión, sino que se la encargaron a Manuelita, la tortuguita, que las trae un poquito caminando y otro poquitito a pie. Cafiero sufre de realidad y parece hijo del subrealismo mágico de Gabriel García Márquez.
Cafiero y compañía, él como socio menor, se mostró como un incondicional, defendiendo a Fernández, confundiendo también fracaso con éxito, y con esto se manó otra metida de pata de las tantas que hubo.
Cafiero tampoco supo o a lo mejor es sordo, que las vacunas no llegaron porque no las compraron como primera medida para salvar a los ciudadanos en vez de encerrarlos en sus cárceles hogareñas. Y si como esto fuera poco, al igual que los vendedores en los colectivos le agregó en su discurso inolvidable la demanda ante la Corte por el innombrable, porque le asusta su hombría de bien y reconocimiento por sus discursos correctos.
Cafiero se lamentó que no había camas por desidia en la Ciudad y vaticinó como un justiciero que llegará el día que se sepa que ellos no están buscando votos para las próximas elecciones pero la oposición sí.
Cafiero necesita varias cosas: “Primero, dejar de ser Jefe de Gabinete, por ser quien dijo lo que él dijo sobre la celebración de Juntos por el Cambio ante la muerte de ciudadanos por el coronavirus Segundo, un peine para desenredar sus rulos que le retuercen sus ideas. Tercero, anteojos porque no ve la realidad. Cuarto, un médico otorrinolaringólogo para que le destape los oídos que tiene bloqueados para no escuchar las protestas de disconformismo. Ah, y que no se equivoque y vaya a una fiesta cuando tiene que ir a un entierro.
INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora