Pigmalión fue rey de Chipre y buscó denodadamente una mujer con la cual casarse.
Debía ser la mujer perfecta a la cual no encontró. Como era escultor, se dedicó a crear esculturas cada una más hermosa para compensar no hallarla. Una, entre sus creaciones, la llamó Galatea y fue de la cual se enamoró. Así Pigmalión, ante la falta de una mujer real la encontró en una estatua. Fue Afrodita diosa de la sexualidad, la belleza y el amor, que se compadeció de él y le insufló vida, según la mitología griega. ¡Y como un milagro, ante un Pigmalión extasiado, el mármol se fue ablandando, transformando en carne, su superficie nívea y suave, en piel tibia y flexible, por sus venas corría sangre dando pulsaciones su corazón y su cuerpo tenía movimientos!
Otro ejemplo de amar lo inanimado otorgándole poder de vida inspiró a George Offenbach a escribir la ópera “Los cuentos de Hoffmann” en la que Olympia, una autómata creada por un científico de la cual Offenbach se enamoró. El romance se frustra cuando al socio de su invento lo estafan y por venganza destruye la muñeca a la que Hoffmann le había declarado su amor y la que de tanto girar se le terminaba las cuerdas para bailar y cantar juntos.
Así la historia de la mujer ideal para palear la soledad del hombre, satisfacer sus fantasías y poder tenerla a su alcance, ha logrado recursos de “mujeres sustitutas”, metodología vieja como el tiempo.
Entre los siglos XV y XVII los marineros que pasaban meses en ultramar, al no poder llevar mujeres a bordo, armaron muñecas de trapo para satisfacer sus deseos. También en la era hitleriana con el miedo a las enfermedades venéreas que podían contagiar a los soldados, se fabricaron inflables para que llevaran en sus mochilas. Lo que demuestra que ya hubo muñecas anteriores a las que hoy se conocen de silicona, caucho y látex, auge de demanda, en la década del sesenta con la venta por mensajería de juguetes eróticos en los Estados Unidos. Indudablemente las guerras fueron el factor de fabricación y demanda de las mismas. Debido a los avances de la tecnología, día a día se fueron perfeccionando desde los materiales y los modelos pudiendo ser compradas en negocios como por catálogo y ser diseñadas a gusto del consumidor.
Las muñecas sexuales que suplantan a las reales, son también un trampolín para los hombres que no pueden entablar relaciones con mujeres, pasando las artificiales a ser sus compañeras e inclusive muchos desean que sean enterradas con ellos.
Hoy también con la prolongación de la vida se han inventado robots que responden a la soledad. Su invento pasó a ser muy importante: les avisan que tienen que tomar sus remedios, tienen grabadas las voces de sus hijos, y son de alguna manera una compañía de inteligencia artificial para mitigar la vejez y el aislamiento social. No son sus amantes, como las muñecas inflables, pero suplantan las ausencias en presencias.
En cuanto a las necesidades sexuales de las mujeres, ya sea ante la falta de un hombre y toda la variante de situaciones, no hay nada nuevo bajo el sol. Los recursos son varios, consoladores de todo tipo y color, expuestos en las casas de artículos eróticos. La noticia de la compra por el Ministerio de Salud de penes de madera y otros elementos, causó revuelo, risa y preocupación.
El gobierno argentino dentro de las preocupaciones graves que tiene se está ocupando de la prevención de transmisión de enfermedades sexuales. Hace poco salió el plan para ayudar a las mujeres en los artículos que usan cuando menstrúan.
Estas acciones de salvataje, pasan a ser colaterales ante las necesidades más básicas de la población, y no deja de llamar la atención que todos los sistemas totalitarios se dedicaron y se dedican a manejar la vida privada de la gente como lo hizo la Iglesia.
La convivencia familiar en precarias condiciones invita a la perversión, como la miseria, el hambre y la droga.
Si se suma a los gastos del Estado en manejos políticos para ayudar a la gente necesitada lo mejor sería que compren más vacunas, persigan a los vendedores de muerte con polvos mágicos que inducen a los jóvenes, abran centros comunitarios de contención, aulas para darles educación y ejemplos para imitar. Habiliten los cuarteles para los sin techo, otorguen tierras fiscales para labrar y terminen con los empleos inútiles para ganar adeptos.
10.000 vacunas hoy son más útiles a la sociedad que 10.000 penes de madera.
Entre las historias de los deseos a medida, con la ley del aborto y los consuelos de madera vamos a ir mejor.
INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora