Santo en la Web y en la Red

21 de noviembre, 2024

Martha Wolff. Tiempo de padres, tiempo de abuelos.

El Día de los Abuelos es un día de magia. Ver a los nietos es entender que hay continuidad y que los hijos pasan a ser padres y  que ellos un día serán abuelos. La rueda de la vida de ver crecer a los hijos es un privilegio ante ese milagro que se llama bebé. Nada existe tan bello como conocerlos, tenerlos por primera vez en brazos, sentir ese capullo rosado con nuestros genes, como la propiedad privada del amor de pareja, aunque ya lo habíamos visto a través de la pantalla de la ecografía cómo se iba formando, creciendo, latiendo, moviéndose, saber su sexo y esperando su llegada a este mundo exterior.

Tener nietos es volver a enamorarse, repetir el incansable deseo disfrutar a la versión pequeña de nuestros hijos ya grandes, de refrescar sus rasgos infantiles, sus despertares en juegos y gustos y el caminar de sus manitas que semejaban pétalos aferrados a la seguridad que le dan sus padres. Tener nietos en volver a vivir, recorrer en el sentido inverso a las agujas del reloj de la memoria de las pequeñas cosas y momentos compartidos que juntos disfrutarnos con nuestros hijos y luego con los nietos.

Ser abuelos es un título que se recibe porque los hijos nos premian con querer tener hijos porque fueron amados y repiten el ritual la maternidad-paternidad como símbolo de familia, de fotos que no mienten sobre la felicidad de disfrutar los años que se fueron deslizando de nuestro lado como un tobogán para que las partículas de la arena infantil se eleven a montañas para escalar sus realizaciones personales. Y nosotros los abuelos con el álbum del corazón al unísono latir de amor infinito por los hijos, por los nietos.

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