Argentina sufrió un terremoto y con esa movida un consecuente tsunami. Para el partido gobernante que siempre habló de la grieta que nos separa como pueblo, por las diferencias políticas, esta vez fue un abismo para ellos y un buen sacudón para los opositores. En esta metáfora el cambio fue entre lo que subyacía en las capas sociales del sentimiento de descontento y la oportunidad de rebelarse al anquilosado modelo del dogma como herencia.
Los resultados de la votación de las PASO fue un estallido de primavera anticipada, al brotar una nueva posibilidad de pintar el rol de ciudadanos con los colores de la esperanza después de los grises y negros encierros pandémicos y las inescrupulosas medidas protectoras. Hacía falta ver la luz, respirar aire puro, expresarse y disentir y abriendo las ventanas y las puertas amordazados por el barbijo. El alma esperó esta fecha como un regalo tan próximo a esta estación del año en la que deseamos disfrutar de la naturaleza en todo su esplendor.
Los que cultivamos la oposición, por disentir con el accionar de la dirigencia, fuimos acumulando, destilando y esperando el momento para expresarnos. Las paradojas, los misterios y el milagro, se dieron la mano y regaron los wadis, que son los senderos secos por donde antes pasaba el agua antes de ser desierto, y afloró el voto de la protesta para demostrar que estamos vivos.
Coincidentemente en esta semana imborrable es el Día del Perdón de la colectividad judía, día en el que el hombre debe perdonar al hombre y Dios a él, pero si no se hace de persona a persona, lo Divino no actúa. Gran momento para que los que están en el poder puedan pedir perdón por los errores cometidos, que fueron muchos y graves, plagados de mentiras, de opulencias despreciables ante la pobreza, de indiferencia por la soberbia y de insensibilidad ante el dolor ajeno. El ayunar un día es depurar la mente y el corazón. La abstinencia es un modo de dejar el cuerpo dedicado a la meditación.
En esta trilogía de votación, cerca de la llegada de la primavera y del Día del Perdón, no es una casualidad sino una causalidad, en la que lo hechos que nos acontecen se fueron entretejiendo para reclamar por el derecho a la democracia, a la felicidad, al renacer de la naturaleza y la purificación de lo dañado, o los actos dañinos a uno mismo y a los demás, los cuales visualizamos haciendo la balanza del año.
La votación fue una demostración de salvataje para no llegar a ser ciudadanos prisioneros de quienes dicen ser nuestros salvadores. Las grandes grietas de este terremoto y las inmensas olas de este tsunami van a tragar y limpiar el camino que supimos conseguir.
INVITADA
Martha Wolff
Escritora y periodista