Es mayor de la Fuerza Área Argentina (su nombre permanece anónimo por razones de seguridad) con una foja de servicios de más de veinte años. Decidió por voluntad propia meses atrás rendir los exigentes exámenes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para una misión de Paz en los Altos del Golán: lugar monitoreado por dicha organización desde la Segunda Guerra Mundial. Su objetivo llevar a la práctica los conocimientos adquiridos en su carrera en una causa tan loable como garantizar la paz en esta zona de conflicto y permanentes escaramuzas fronterizas. Dijo: “Nosotros, los militares, no queremos la guerra. Mejor que nadie sabemos la crueldad y la violencia de la misma, pero llega un momento interno que necesitamos ir a la acción, ser solidarios y aportar nuestros conocimientos para garantizar la paz. Esto es lo que me motivo a postularme y fui elegido”.
Las ONU es una organización internacional fundada en 1945 tras la segunda guerra mundial por 51 países que se comprometieron a mantener la paz y la seguridad internacional, fomentar entre las naciones relaciones de amistad y promover el progreso social, la mejora del nivel de vida y los Derechos Humanos. Hoy cuenta con 193 países miembros. Argentina es un país miembro.
La meseta del Golán es el área con más altitud de la zona, ubicados a aproximadamente 30 km. de distancia de la capital siria, Damasco. Desde los 2814 metros de altura del monte Hermón, Israel controla los alrededores de una de las áreas más conflictivas del mundo. Es una posición militar privilegiada que hace frontera con Líbano, Israel y Jordania. Desde la meseta que ocupa el Golán se puede tener un control visual del valle de Huleh, una de las regiones agrícolas más ricas de Israel. Tiene una gran importancia estratégica para ambos países debido a su configuración topográfica, su proximidad geográfica a Damasco y al noreste de Israel, y sus fuentes de agua potable en una zona mayormente árida. La cuenca del Golán desemboca en el río Jordán y suministra un tercio del agua que consume Israel.
Luego de la Segunda Guerra Mundial y tras el Holocausto, aumentó la presión por establecer un Estado judío. El plan original contemplaba la partición del territorio controlado por la potencia europea entre judíos y palestinos. Tras la fundación de Israel el 14 de mayo de 1948, la tensión pasó de ser un tema local a un asunto regional. Al día siguiente, Egipto, Jordania, Siria e Irak invadieron este territorio. Fue la primera guerra árabe-israelí, también conocida por los judíos como guerra de la independencia o de la liberación. Tras el conflicto, el territorio inicialmente previsto por las Naciones Unidas para un Estado árabe se redujo a la mitad.
El tablero geopolítico de la región cambió en 1967 tras la Guerra de los Seis Días. Los estratégicos Altos fueron conquistados por Israel. Lo que ocurrió entre el 5 el 10 de junio de ese año tuvo consecuencias profundas y duraderas a distintos niveles. Fue una victoria aplastante de Israel frente a una coalición árabe (Egipto, Siria y Jordania). Es decir, estos tres países unidos se enfrentaron a Israel e Israel los venció. De hecho, los árabes querían aniquilar el estado de Israel pues creían que eso era una región árabe. Israel supo que iban a hacer un ataque. Con lo cual, Israel lo que hizo fue lanzar un ataque preventivo. Es decir, golpeó primero. Lo que hizo fue, en primer lugar, atacar los aeropuertos de Egipto y Siria para neutralizar las fuerzas aéreas de estos dos países árabes y así tener ellos la supremacía aérea.
Israel capturó la Franja de Gaza y la península del Sinaí a Egipto, Cisjordania (incluida Jerusalén Oriental) a Jordania y los Altos del Golán a Siria. Medio millón de palestinos huyeron.
El conflicto árabe-israelí continuo con la guerra de Yom Kipur en 1973, que enfrentó a Egipto y Siria contra Israel y le permitió a El Cairo recuperar el Sinaí (entregado completamente por Israel en 1982), pero no Gaza. Seis años después, Egipto se convierte en el primer país árabe en firmar la paz con Israel, un ejemplo solo seguido por Jordania. Sin embargo, Israel y Siria nunca firmaron la paz, sino solo un acuerdo de cese al fuego.
Más allá de las disputas por un territorio por motivos económicos, históricos, religiosos o políticos está la vida y la seguridad de las personas. En el siglo XXI no deberían ya existir las Guerras sino todo debería resolverse por la vía diplomática. Es una evolución que la humanidad tiene que hacer luego de la experiencia de miles de años de sangrientos enfrentamientos que solo han traído la destrucción. En la guerra nadie tiene la razón. Es una lucha de poder retrograda y atenta contra los derechos humanos.
Según manifestó António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas “Al final, todo se reduce a valores. Queremos que el mundo que hereden nuestros hijos venga definido por los valores consagrados en la Carta de las Naciones Unidas: la paz, la justicia, el respeto, los derechos humanos, la tolerancia y la solidaridad”.
INVITADA
Alelí Peiró
Escritora y profesora de yoga