Luego de más de treinta años de poder judicial, llegué a la conclusión de que la Convención de los Derechos del Niño, es el compromiso más incumplido por el Estado Nacional.
La mentada Convención fue redactada en Nueva York el 20 de noviembre de 1989 por [MR1] la Asamblea General de las Naciones Unidas, y nosotros la incluimos nada menos que en el art. 75 inc. 22 de nuestra Constitución Nacional, con la reforma del año 1994. O sea: tiene la misma fuerza legal que todo el resto de las garantías constitucionales.
Al adherir a ella, nos comprometimos a asegurar a los niños la protección y el cuidado necesarios para su bienestar (art. 3.2), que todas las instituciones que se creen para su cuidado habrán de cumplir las normas de dicha convención (art. 3.3), empezando por lo más básico, el derecho a la vida (art. 6.1).
Sólo agregaré que también establece que si debe ser separado de sus padres, lo será teniendo en cuenta el interés superior del niño, por ejemplo en caso de maltrato o descuido de aquéllos (art. 9.1).
Hoy todos miramos azorados hacia La Pampa, porque nos enteramos que un chiquito de cinco años fue maltratado y asesinado por su madre y la pareja de su madre.
*Derecho a la vida: incumplido.
Lucio sufrió durante los últimos tiempos de su corta vida severos y reiterados maltratos físicos por los que ingresó repetidamente en el sistema de salud.
*Cuidado y preservación: incumplido.
El Estado nos ha “provisto” un sinnúmero de organismos para la niñez, de distintos niveles de importancia con presupuestos asignados.
*Desempeño de los fines específicos de los organismos administrativos: incumplido.
Las calles porteñas se llenan -y se cortan- a diario con manifestaciones de colectivos de diversa índole y todos exigen respeto por sus derechos constitucionales.
Sacando lo de cortar (que sigue siendo delito), lo demás está bien (art. 19 de la C.N: definitivamente, mi favorito).
Lo que es difícil de digerir es la hipocresía de invisibilizar la tragedia de Lucio por miedo a que algún colectivo, el que sea, se sienta atacado, menoscabado, discriminado en sus derechos, y el ensordecedor silencio de todos ésos que viven (todos los santos días) clamando por los derechos humanos y se sienten sus paladines.
No los ví romper lanzas por Lucio.
No los ví agitar pancartas con su foto en las calles porteñas.
El silencio de todos esos “paladines” aturdió, mientras que, hacia el oeste, la vida de Lucio se había apagado, atrapado con dos mujeres en una casa, como una velita encerrada bajo una campana de vidrio.
¿Qué fue lo que pasó, hasta que Usina de Justicia empezó a agitar las redes? ¿Por qué Lucio no tenía horas y horas en el aire, casi en cadena nacional?.
¿Acaso valen más las luchas LGTBi+ o la lucha de ricos contra pobres, que el sufrimiento de un niño de 5 años, que antes de ser asesinado fue torturado?. Sí, leyó bien: torturado. El que tenga estómago fuerte, busque la autopsia de Lucio y después duerma tranquilo, si puede.
Nos pareció valiente un grupo de madres en plena dictadura pidiendo saber por sus hijos, y hoy, décadas después, Lucio, un hijo también, pero muy chiquito, pasó en puntitas de pie por algunos medios.
No hay nada más terrible que ignorar al otro, porque cuando se lo ignora, se le quita entidad: no existe.
El calvario de Lucio se desvanecía entre los pasillos de los tribunales de La Pampa. Así lo vimos desde Usina de Justicia y con cada intervención de alguno de sus miembros, comenzaron a arder en la hoguera las hipocresías con las que convivimos.
Se es respetuoso de los derechos humanos o no se lo es. Así como no se puede estar “un poquito embarazada”, es falso que se brega por los derechos humanos y al mismo tiempo, se ignora a Lucio.
Han ardido en la hoguera las hipocresías de muchos en estos últimos días, desde que Usina de Justicia sí rompió lanzas por Lucio.
Felicito a los medios periodísticos que se hicieron eco del clamor de Usina de Justicia, tratando de guiar la luz del foco sobre la carita de Lucio Dupuy, esforzándose por sonreír en las fotos, a pesar de estar ya muy lastimado.
Lo hicimos por Lucio y por todos los Lucios, que dolorosamente, son demasiados.
INVITADA
Dra. Mónica Adriana Rodriguez
Miembro de Usina de Justicia.
Ex Fiscal y Juez de Tribunal oral en lo Criminal de la provincia de Buenos Aires.