El lugar dónde se nació, crió, desarrolló y compartió el hogar, escuela, calle, bares, negocios, lugares de culto, juegos en las veredas, fiestas patronales y estaciones del año son parte del ADN de cada porteño por un lado y de todo ciudadano argentino. Si se le haría un estudio genealógico a cada habitante, tanto de la ciudad de Buenos Aires como todo el país, el resultado sería una mezcla de criollo, inmigrante, vecino barrial, indígena con las variaciones de raza, religión, profesiones, trabajos, artesanía, ideas políticas y demás. El mestizaje entre la idiosincrasia local y la extranjera hizo de la Argentina un encuentro cultural, social y económico muy variopinto y singular. Y a raíz de los cambios que siempre trae aparejado el progreso las transformaciones muchas veces ocultaron, derribaron, construyeron y silenciaron un ayer y anteayer que no pudo borrar ni la memoria, ni la documentación, ni la fotografía, ni los relatos, ni la nostalgia ni el arte. Allí donde se pudieron instalar y progresar los gringos y locales fueron son el cuerpo y el alma inolvidable de esta patria bajo el ritmo del tango que los acunó.
La pintura fue y es un intento de revivir todo eso y en este caso con la edición del libro de Lidia Papic “Historias de mi país” que se presentará el 31 de mayo a las 17 horas en el “Café Tortoni”.
La pintura naif de esta artista con su estética enriquece con su dejo de inocencia la belleza de otros tiempos. En el libro de Lidia Papic nos trae el perfume de las comidas caseras mezcladas con el Riachuelo, las pizzas y las madreselvas en flor. En este libro, cada lugar es un retrato de época con sus colores, diseños, pavimentos, decoraciones, las fotos familiares que hablan de lejanías y melancolías más allá del Atlántico. Con la elección de sus personajes y situaciones costumbristas logra con sus pinceles recrear situaciones a las que le pone el cascabel al gato, la siesta del perro, el grito del gol, la campana de la iglesia y la llamada a clase. Lo mismo lo plasma con sus retratos de los paisajes norteños y sus lugareños llenos de colorido de sus tejidos y montañas, sus veneraciones a la Madre Tierra y el carnaval sin dejar de saltar a los lagos sureños de una placidez entrañable. Su libro es un testimonio de un tiempo hecho arte.
El libro es un volver a vivir de lugares y su gente, sus costumbres, su vestimenta, sus bailes, sus pasatiempos en bares, bodegones, cantinas, parrillas, conventillos, plazas, canchas de fútbol, pizzerías, fruterías, almacenes, mercados…y todo esa cotidianeidad inolvidable, tanto de los argentinos como los inmigrantes que llegaron a este país en busca de trabajo y paz.
El recorrer las páginas con datos históricos aportados por su hijo Diego Papic es un gol de media cancha, porque en esos epígrafes nos lleva a imaginarnos de caminar el empedrado de la infancia de abuelos, padres y adultos mayores. Es una invitación contra el olvido. Es una obra de memoria pictórica que le rinde homenaje a un país que se construyó con argentinos y extranjeros. También un libro educativo para las nuevas generaciones.
¡Gracias Lidia Papic!
INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora