La pelea del año para los “milleniums” ya tiene un ganador, pero el que parece derrotado no se da por vencido.
El “golpeado” Instagram puso en el mercado su “herramienta” de ofensiva “Instagram Stories”, historias que permiten compartir momentos y después personalizarlos con texto, dibujos y emojis.
En esta publicación no está permitido el tradicional “me gusta”, tampoco se admiten comentarios. Si el “amigo” del usuario reacciona, el emisor va a recibir un mensaje directo.
Cada historia de las personas que se siguen aparece arriba de su muro o cronología.
Durante 24 horas, cada una de las historias elegidas se ve como una especie de “secuencia de diapositivas”. Cuando se cumple el tiempo establecido desaparece. Así se usa: cuando el “amigo” publica una “historia”, la foto de su perfil se ve con un aro de color alrededor, para verla, hay que hacer clic en la foto.
También se puede ir, “atrás o adelante”, a la “historia de otra persona”, podes “compartir” todo lo que quieras durante las 24 horas con toda la creatividad que se te antoje.
Conocida la nueva herramienta, las críticas aparecieron como un tsunami. Los más requeridos la calificaron como una “copia” de Snapchat.
Antes de esto los muchachos de Snapchat no se quedaron atrás y “colgaron” de la red “memories”, “recuerdos” que estaba ya en el “todopoderoso” Facebook, propietario de Instagram.
Sillicon Valley está que arde, el manual de ética fue revoleado por el aire y al grito de “no se salve nadie”, salieron a “pescar” lo que pudieron sin importarles quienes habían quemado sus pestañas buscando la “veta de oro” de la era 2.0.
Al fin de cuentas como decía el maestro Albert Einstein: “La energía no se pierde, se transforma”.
