Cuando usted compra un auto el 54.8% se lo lleva el Estado.
Debemos pagar el 21% de IVA cuando firmamos la compra, 9.13% de Ingresos Brutos, 7.69% de Contribuciones Patronales y ART, 4,5% de Ganancias, 4,15% de Aranceles, 2.76% de Tasas Municipales, 2.76% de Impuesto al Cheque, 2.48 % de Impuesto de Sellos Inmobiliarios y otros y 0.34% de Impuesto a las Participaciones Societarias.
En Brasil, en severa crisis económica, se debe abonar el 49.7%.
Los habitantes de los Estados Unidos no tienen impuestos a la producción de vehículos que se fabrican en su territorio. Si deben pagar, cuando son importados cero kilómetro, un arancel del 2.5% para los miembros de la Organización Mundial de Comercio y el 10% para quienes no la integran.
México varía entre el 18% y el 33%. Generalmente lo fijan en el 19%.
Con los precios sobrevalorados por los impuestos es difícil que nuestras unidades puedan competir con éxito con los autos coreanos y japoneses que se comercializan en los mercados de Chile, Colombia o Perú.
El debate debe profundizarse. El Estado debe defender a la industria automotriz, recuperar su pleno empleo y proyectarla como una herramienta útil para darle a nuestro país un desarrollo sostenido. Sin buscar soluciones no se sale de la encerrona en la que nos metieron.