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19 de abril, 2024

Lady Diana y la reina Isabel II. ¿Qué ocurría tras las puertas del palacio?

La posición de la monarca en la relación con su hijo.

Casi un cuarto de siglo después de la muerte de Lady Di, sigue siendo un misterio cómo era la relación con la Reina Isabel II.

Entre ambas había suficientes lazos, la reina conocía a Diana de Gales desde que era una nena, para considerar que sí fue una pérdida dolorosa para la madre del príncipe Carlos, quien también tuvo que vivir con estoicismo los escándalos de su primogénito, especialmente cuando se divulgaron las conversaciones privadas que mantenía con Camila Parker Bowles, según se publicó en Vanitatis.

Ee el momento de su muerte la reina Isabel II era mirada con suspicacia y recelo por parte de la opinión pública, que veía en Lady Diana Spencer a una víctima de su marido, de la institución e incluso de un complot para acabar con su vida. Teoría alimentada por Mohamed Al-Fayed, padre de su novio, Dodi, con quien falleció en el túnel del puente de Alma de París, y que algunos siguen sin desestimar por completo en la actualidad.

Lady Di no era ni mucho menos una extraña cuando emparentó con los Windsor y cumplía con los cánones para convertirla en la protagonista de un cuento de hadas.


Era una candidata más idónea, aparentemente, para ser la mujer del futuro rey del Reino Unido que Camila Parker Bowles, divorciada y madre de dos hijos, por lo que incialmente contó con la aprobación de la soberana británica, aunque era consciente de las dificultades que entrañaba esta posición para una mujer de apenas veinte años que solo tenía como experiencia haber trabajado en un jardín de infancia.

La víspera de su boda, el 28 de julio de 1991 en la catedral de San Pablo, la recordada como la ‘princesa del pueblo’ recibió dos joyas emblemáticas de la familia enviadas por las propia reina Isabel, una tiara de perlas y diamantes y un collar de esmeraldas que habían pertenecido a la reina Mary, mujer del rey Jorge V.

Al día siguiente, se calcula que 800 millones de personas vieron la ceremonia por televisión, una cifra superada ampliamente por la de su funeral, en 1997, que rebasó ampliamente los 2.500 millones, lo que sirve como muestra del impacto de la noticia.

Frescura, naturalidad y aires nuevos eran unas cualidades que la reina Isabel II, que ha demostrado en su reinado saberse adaptar a los tiempos en cada circunstancia con la que se ha encontrado, valoraba muy positivamente, hasta que la situación se fue de las manos.

Dos mujeres de carácter contradictorio habían aprendido a convivir y, al menos públicamente, Isabel II no intervino en los asuntos conyugales de su hijo.

La publicación en junio de 1992 del libro de Andrew Morton ‘Diana: Her True Story’ (‘Diana: su verdadera historia’) se hacía un relato demoledor en el que Diana, que había participado activamente en él aunque lo negaba, se presentaba como víctima de un marido ausente, también en el sentido figurado de la palabra, que incluso había intentado suicidarse.

La reina y su marido, el duque de Edimburgo, no eran partidarios de que se separaran, ellos mismos eran el claro ejemplo de la resiliencia marital pero la situación era insostenible, y el 9 de diciembre de 1992, el primer ministro, John Major, la hizo oficial en la Cámara de los Comunes.

Otro punto de inflexión determinante es la entrevista que emitió el 20 de noviembre de 1995 el programa ‘Panorama’ de la BBC, que puso en la picota a la monarquía británica delante de casi 23 millones de espectadores, lo que supuso la ruptura total con la que había sido su suegra y hasta entonces no había sido desafiada de esa manera.

“Creo que hay mucha gente que no quiere que yo sea reina. Y con mucha gente me refiero a la institución que represento, porque han decidido que yo soy inaceptable”, decía Diana.

“Éramos tres en este matrimonio, eso es una multitud”.

La reina pidió que se divorciaran, se llegó a un acuerdo excepcional por el que siguió manteniendo el título de princesa de Gales (nunca han dado el paso de que lo ostente Camila, que sigue siendo duquesa de Cornualles) y mantuvo como residencia oficial Kensington Palace.

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