El sacerdote argentino hace seis años que vive en la franja.
Gabriel Romanelli, el sacerdote argentino a cargo de la Iglesia de la Sagrada Familia de Gaza, lanzó una contundente advertencia sobre la situación humanitaria en la Franja al afirmar: “Gaza está triturada. Hay ciudades enteras que ya no existen”.
“No es porque lo diga Hamas, Gaza está triturada”
“Hay ciudades enteras que ya no existen, como Rafah, gran parte de la ciudad de Cañones, Beit Lahanun, Beit Lahia, Jabalia, parte norte y sur de la ciudad de Gaza, Shuja’ia… Esto no justifica nada; una injusticia no se subsana con otra”
“Nadie sabe en qué consistió el acuerdo, muchas veces se habló de que había cláusulas ocultas y al parecer, sí”. Relató que la información que les llegaba sobre el pacto –la liberación de rehenes, la devolución de cuerpos, la supuesta cesión del orden interno a la policía de Hamas– era difusa: “No tenemos certeza de nada de lo que va a pasar ni de los tiempos reales para recuperar los cuerpos”.
“La mayor parte de la gente, como se ve en las imágenes, no ha cambiado mucho, sigue vagando de un lado a otro. Hoy he tenido que salir con algunos laicos y refugiados; la destrucción es real, la desazón es total. ¿Hasta cuándo se va a llegar a esto? Porque le ponen presión a Hamas, pero la presión le llega a la gente que no puede hacer nada”.
“Desgraciadamente, puede ser… Suele pasar que matan a los que acusan de ser colaboracionistas. Si fuese por robos, les tiran en las piernas, pero si consideran que es traición, los matan. Es toda una barbaridad. No estoy justificando nada de eso, estoy contra la violencia”.
“¿Qué se hace con las más de dos millones de personas civiles, palestinos, que estamos en Gaza?”.
“Estamos en la parte vieja de la ciudad, donde siempre han estado los cristianos. Aquí hay destrucción, no tanta como en otros barrios, pero igual sufrimos bombardeos, la última vez fue el 17 de julio”.
“Gracias a un pozo descubierto por un sacerdote austríaco hace décadas, hemos podido abastecer de agua a cuatrocientos cincuenta refugiados y a todo el barrio. No es agua de la mejor calidad, pero es potable”.
“En este momento ayudamos a trece mil familias con alimentos, muchas toneladas de verduras y frutas que llegaron justo tras el alto el fuego. Muchos de los niños que atendemos están desnutridos. La necesidad es tan apremiante que uno se cruza todo el tiempo con chicos vendiendo golosinas para conseguir unas monedas o haciendo colas por agua y comida”.
“Evidentemente, con los mismos autores que llevaron a todo esto no se van a lograr efectos distintos. La gente está harta de todo, la gente quiere vivir”. Recordó que continúa habiendo bombardeos: “Hoy hubo bombardeos a la mañana, hay tiroteos. La gente acá dice basta, basta, por amor de Dios”.
“Recuerdo lo que dice el cardenal de Jerusalén, el patriarca Pierre Batista Pizzaballa: con el tiempo va a haber que ayudar a la formación de un nuevo liderazgo para que la región, tanto Palestina como Israel, gocen de un tiempo duradero de paz, justicia y reconciliación. Por el momento es muy pronto para decir que hay paz y que se terminó la guerra”.
“Muchos se quisieran ir, pero las fronteras han estado cerradas tanto del lado de Egipto como de Israel. El año pasado, pese a las restricciones, más de diez mil personas –la mayoría jóvenes– lograron irse, pero no es sencillo: es su tierra, muchos se aferran a quedarse aunque sea en condiciones extremas”.
“Hace seis años que vivo en Gaza y veinte que inicié mi misión en la región, primero en Beit Jala, pegado a Belén, y en Medio Oriente desde hace treinta años. La vida antes del 7 de octubre no era sencilla; si no estuviera convencido de mi misión como sacerdote, de rezar por todos y ayudar a todos, no hubiese resistido”.
“Se ha retirado el 47% del ejército, siempre dependiendo de las etapas del acuerdo, como la devolución de los cuerpos y rehenes vivos, y el hipotético desarme de Hamas. Pero todo es muy incierto; las discusiones sobre una fuerza internacional siguen abiertas”.
“Eso es horrible, injustificable. Hay niños que ven esas escenas, ¿cuánto tiempo llevará mostrarles otro camino, enseñarles que el ojo por ojo no lleva a ningún lado?”.
“Hubo mezcla de incredulidad y alegría verdadera. Acá la mayoría de los refugiados solo desea que suelten a esa gente, porque no tienen nada que ver. También hubo fiesta por la liberación de los prisioneros palestinos. Fue una señal de esperanza, una bocanada después de tanto sufrimiento”.




