En una ocasión despidió a un miembro del servicio porque “no podía soportar” que tuviese un lunar en su cara y, en otra, destituyó a un sirviente por llevar una corbata de nailon.
Incluso alejado de la vida pública y la agenda institucional de la Corona, el príncipe Andrés continúa protagonizando escandalosos titulares en el Reino Unido.
La editorial Biteback ha publicado ‘La vida secreta de los sirvientes reales’, un libro firmado por el periodista Tom Quinn que recoge múltiples testimonios de ex trabajadores de Buckingham Palace.
Según desvela el texto el duque de York era “mandón” y tendía a “actuar como un clásico matón escolar” con el personal.
Gracias a la protección de su anonimato, muchos de los protagonistas se atreven a asegurar los motivos de este comportamiento.
Siguiendo rigurosamente las páginas, esta cuestionable actitud está vinculada directamente con su inmensa frustración de no ser el heredero de la familia real británica.
“Era simplemente terrible, estaba muy feliz de levantar el teléfono y gritarle a quien lo contestara. Al igual que su tía Margarita, Andrés siempre se comportó como si estuviera frustrado por no ser el primogénito y, por lo tanto, destinado a convertirse en rey. Esta frustración lo convirtió en un poco abusivo en privado. Algunos miembros de su personal, no diré la mayoría, pensaban en privado que él era el clásico matón escolar”, sostiene en un adelanto.
Los ex trabajadores de Buckingham Palace también han querido confesar a Tom Quinn que el príncipe Andrés tiene unos gustos muy particulares en cuanto al aspecto y la vestimenta de su personal.
Es más, en una ocasión despidió a un miembro del servicio porque “no podía soportar” que tuviese un lunar en su cara y, en otra, destituyó a un sirviente por llevar una corbata de nailon.
Según desvela ‘La vida secreta de los sirvientes reales’, estas decisiones llevaron a que recibiera múltiples quejas en Buckingham Palace por parte de sus trabajadores acusándolo de “comportamiento autoritario” y “verbalmente abusivo”. Sin embargo, estas fueron ignoradas de forma reiterada para intentar evitar polémicas dentro de la corte. “Si le agradaba un miembro de su personal, podía ser muy leal y comprensivo, pero no podía resistirse a ser imperioso, mandón y de mal carácter si algo salía mal o no se hacía exactamente como a él le gustaba”, esgrimen varias líneas del libro de Tom Quinn.
En él tampoco se olvidan de mencionar algunas de sus manías y comportamientos más extraños. Por ejemplo, los sirvientes del palacio afirman que tenía una cama con 50 o 60 peluches y que las criadas recibían una fotografía plastificada para que cada oso pudiera ser colocado con cuidado en su posición original.
Le encantaba tirar pelotas de tenis contra las paredes, rompiendo en más de una ocasión relojes y adornos de alto valor.
Una ex trabajadora de Kensington narra que cuando tenía que ir al servicio daba la orden naval: “despejan la cubierta”, para así poder salir de su habitación y no tener que encontrarse a ningún miembro del personal de camino al baño.