Un buen gobernante es quien primero hace lo que dice y después dice de acuerdo con lo que hace. Lejos estamos de este tipo de gobernantes.
Un plan social, programa o asistencia que venga del Estado jamás te saca de la pobreza, jamás te capacita, te perfecciona, te hace rico, ni menos te dignifica. Es un círculo vicioso que a duras penas te da alimento para un día, pero mañana estas, dos escalones atrás.
Pero este círculo, peligroso, también se convierte en el festival de emisión de dinero que fue el segundo semestre del año pasado, que semejante estruendo de billetes sólo era nafta en el fuego. Entonces, también eligieron ocuparse de su electorado y esquivar la verdad y sobre todo las consecuencias, que hoy estamos, literalmente pagando todos, con plata cuyo valor se esfuma en nuestras manos. El gobierno se ha convertido en una máquina de falsedades para tapar sus propias responsabilidades y fracasos. Los gobiernos populistas o de izquierdas socialistas, demagogos y autoritarios, como del 2003 a la actualidad, necesitan generar asistencia extrema, si no, ¿quién los elegí? Para tener, legítimamente, un ingreso, un salario, debes estar involucrado a un proceso productivo. Los salarios tienen origen en la productividad, no en planes sociales.
Lamentablemente, en Argentina, el auge de la organizaciones y movimientos sociales viven en un frasco estéril que, no tienen la capacidad, o no quieren que, por conveniencia no materializan en propuestas concretas para resolver la pobreza y el problema de la dualidad laboral. Esta inconsistencia solo contribuye a generar una mayor segmentación del mercado laboral, y, por lo tanto, una mayor desprotección de los que en el participan.
Aunque la humanidad lleva algo más de dos siglos en plena convivencia permanente con la tecnología, ni fue hasta la segunda década del siglo XXI, cuando nuestro País entendió, cuáles son las verdaderas políticas de prosperidad para la sociedad. difícilmente pasa un día sin que surjan ideas, noticias o políticas sobre mejoras relacionadas con la inteligencia artificial, la biotecnología, la digitalización o la automatización. En realidad, las innovaciones y los adelantos tecnológicos en estos campos no significan nada por sí mismos si no tienen un efecto directo sobre la producción de bienes y servicios y la activación de la economía en su pleno conjunto.
En gran parte, algo muy cierto es que la sociedad en la que vivimos registra una importante escala de desigualdad, derivada en parte de una polarización social entre trabajadores de alto nivel y los que se dedican a la atención al público en general. La razón no solo se encuentra en el nivel de ingresos, sino que en términos relativos parece que se genera mucho más empleo de alto nivel, no obstante, en términos absolutos la balanza todavía se inclina a favor de los empleos de escasa o mediana cuantificación.
Uno de los retos más importantes que la economía moderna debe enfrentar es cómo dar respuesta a la demanda de conocimientos que requiere el mercado laboral y la expansión de la tecnología. Esta respuesta implica asegurar que las sociedades no solo inviertan todos sus recursos necesarios en la educación, sino también, combinarlos de la manera más eficiente y eficaz posible, pero ¿en que invierte la Argentina? ¡En generar más pobres y tener un puñado de la sociedad lejos de la educación y de la capacitación!
Las cifras oficiales de distintos países muestran que las personas más educadas perciben salarios más altos, experimentan menor desempleo y trabajan en ocupaciones más prestigiosas que las personas menos educadas. ¿Porque no pasa en Argentina?
En nuestro país un sector significativo de la población se encuentra imposibilitada de obtener un buen empleo dado su escaso nivel educativo. Una persona con bajo niveles educativos tiene un índice mayor de desempleo que alguien con estudio universitario completo. Según el INDEC, el 27% de los asalariados se graduó en sus estudios universitarios.
Estos índices, nos permiten llegar a la conclusión que, aquellas personas que alcancen mayores niveles educativos recibirán, en general, mayores salarios. De esta manera, entiendo que las personas que se educan invirtiendo su tiempo y demás recursos en su presente, (Economía de la Educación individual), tienen como objetivo, siendo la causa, la transformación de aquella inversión en mayor rentabilidad en el futuro, (Economía de la Educación Colectiva) y, por lo tanto, percibir mayores ganancias individuales, mayor productividad de bienes y servicios y mejor calidad de vida social.
Sencillo, todo se resumen en:Educarse y dejar de vivir de los demás, en este caso, del Estado de bienestar, que demostró que no existe como ellos quieren.
INVITADO
Juan Pablo Chiesa
Abogado Laborista. UBA. Magister en Empleo y en Políticas Públicas.
Dirigente político y Presidente de Ap´titud Renovadora.
TRIBUNA ABIERTA