Santo en la Web y en la Red

21 de noviembre, 2024

Juan Pablo Chiesa. El ajuste es la pobreza.

Tanto para el Cristinismo, como para el pensamiento de una parte de la izquierda, la política es conflicto puro, es grieta y el liderazgo consiste en sacar tajada en desmedro de un puñado que no piensa, obedece.

El acampe de la semana pasada supero todos los límites. La Avenida 9 de Julio y las calles que a diario y de manera habitual, transitan miles de personas, se vieron obstruidas privando a la población de su derecho a circular y de ir a laburar. Este acampe sentó un peligroso precedente en el espacio público. No solo coparon las calles privando a miles de personas de su rutina laboral diaria, sino que también obstruyeron la educación de niños/jóvenes que su “acampe” debió ser en un establecimiento educativo y no en las calles.

La protesta tiene un solo objetivo: tener más planes o aumentar los que ya tienen. Esta idea tiene como antecedente lo que pasó con los atacantes del Parlamento. La quita de planes por protestar parece ficticia cuando da en el corazón de lo que es el negocio del poder fomentado por la política kirchnerista que duplicó los planes sociales y luego aumentó Alberto Fernández.

El concepto de esfuerzo, mérito y trabajo, se ve vapuleado por una generación de “El estado me tiene que dar todo” y este se lo da. Vivimos en el país de los planes sociales. La misma clase política que los inventó y los reprodujo, ahora se hace la sorprendida, luego de darse cuenta en las últimas elecciones de una clase media laburante podrida.  

Los planes han demostrado no ser un puente hacia el trabajo sino una nueva escala en el charco de la pobreza. Cada día aparece una nueva historia sobre alguien que ofrece empleos, pero no encuentra interesados porque prefieren no desprenderse de la seguridad de la asistencia o porque no hay suficiente capacitación. La distorsión empieza cuando es el propio estado el que dice que el mérito y el esfuerzo no valen y que sólo vale el estado poderoso que iguala.

En las graves fallas y desactualizaciones del mercado laboral y en el negocio de la pobreza del que deriva la cultura de los planes, no hay inocentes.

El estado debe incentivar la inversión privada, teniendo en cuenta el perfil del sector pyme y aplicando de forma transitoria una reducción neta de contribuciones. Solo debemos visualizar un escenario con un desarrollo económico equitativo.

Aceptar el capitalismo como modelo económico, político y social es sinónimo de crecimiento y de desarrollo. Los gobiernos siguen profesando tener una economía con fuerte intervención estatal, sin inversión y crecimiento privado y sin generación de empleo genuino.

En la Argentina pareciera que, para una clase dirigente enquistada, ser empresario, emprendedor, empleador, tener un local, una empresa, ser industrial, ser productor agrario, está mal visto o es una mala palabra. Pero ser pobre (no por elección) es motivo de premiación.

Por eso insisto que el debate no es solo político, es cultural, es educativo, es laboral y evidentemente escapa a la ineficacia de los políticos actuales.

En cambio, un país que invierte en educación y apuesta al trabajo como única política de inclusión social, alienta la inversión privada, engrandece aquellos que quieren producir o generar empleo, apuesta a una económica con menor intervención estatal. A la vista de los acontecimientos históricos, son naciones que se desarrollan, se modernizan, se globalizan y hacen que la vida de sus gobernados sea más fácil.

Por eso insisto que el debate no es solo político, es cultural, es educativo, es laboral y evidentemente escapa a la ineficacia de los políticos actuales.

INVITADO
Juan Pablo Chiesa
Abogado Laborista. UBA. Magister en Empleo y en Políticas Públicas.
Dirigente político y Presidente de Ap´titud Renovadora.

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