Santo en la Web y en la Red

18 de abril, 2024

La rareza de ser un país normal.

Un índice de inflación creíble, la posibilidad de cualquier ciudadano de pedir información al Estado y recibirla en menos de 15 días, la firma de acuerdos sucesivos entre Provincias y Nación que, lejos de asfixiar gobernadores, les dan aire; la puesta en marcha de la reparación histórica que reconoce los derechos de miles de jubilados, visitas de líderes mundiales de la política y los negocios y la ampliación de horizontes en la política exterior.

Argentina cambió, y el cambio se nota.

Hace un año atrás la información surgida del INDEC era noticia, pero por la ridiculez de sus índices que indicaban, por ejemplo, que había aquí menos pobreza  que en Alemania, la gran potencia europea. Los gobernadores peregrinaban a la Casa Rosada a recibir órdenes y rapiñar recursos mientras administraban provincias fundidas y los jubilados pasaban años recorriendo juzgados, esperando novedades de un Gobierno Nacional que incumplía lo que la Justicia sentenciaba: darles lo que era de ellos.

En cada área de gestión pública que miramos, se manifiesta el giro político que dio la Argentina. Giro que implica dolores, porque los resultados de las decisiones tomadas no siempre generan cambios a la velocidad de las expectativas post electorales; pero giro que se profundiza aún incluso en la capacidad de reformular medidas, reconocer errores y evaluar mejores alternativas.

Durante doce años ejercí como Senador por mi provincia, Mendoza, y no recuerdo más que un puñado de oportunidades en las cuales proyectos propiciados por el Gobierno fueron sustancialmente mejorados, no por falta de ideas, sino por falta de apertura política de la anterior gestión. Ver un Congreso que aprueba leyes propiciadas por legisladores opositores, o modifica propuestas del Gobierno incorporando cambios que las mejoran, es la manifestación de un Gobierno que reconoce su función y respeta y potencia la del Congreso Nacional.

Durante cuatro años, además, fui representante en el Consejo de la Magistratura. Allí, vi como jueces que denostaban su función, se sostenían en los juzgados por exclusiva decisión de un Gobierno que, así como los protegía, los condicionaba y manipulaba.

En cada lugar que ocupé, fui testigo y víctima de la omnipresencia de un Gobierno que acumulaba poder y lo ejercía para acallar disidencias, cooptar voluntades y perpetuar su dominio en todos y cada uno de los aspectos de la política, la Justicia y la economía.

Es cierto que los cambios en la vida diaria no se manifiestan con toda la fuerza que querríamos, sabemos que un 30% de personas están bajo la línea de pobreza y un 9% de argentinos sin trabajo, son inaceptables en un país que tiene potencial para alimentar a más de diez veces su población.

Pero este gobierno lleva recorridos seis meses de cuarenta y ocho que dura el mandato. La inflación, que fue alimentada por la mala política económica durante ocho años, empieza a bajar en nueve meses; el cepo, que estuvo vigente más de cuatro años, fue resuelto en un par de días hábiles; y la política exterior que fue confinada durante largos años a ser una herramienta de vedetismo y amiguismo, está enfocada desde el mismo diez de diciembre a ampliar las fronteras comerciales de una Argentina que tiene un enorme potencial exportador acotado durante años por la miopía gubernamental.

La mejor manera de evaluar una gestión, consigo misma o con otra, es compararla con tiempo y distancia prudencial.

Hace un año, en Argentina los jueces y fiscales antes de fallar miraban, consciente o inconscientemente, a la Casa Rosada, hoy la Casa Rosada no está pendiente de ellos. Hace un año la economía argentina estaba anestesiada, no se creaba empleo privado ni se conseguía crédito accesible, hoy la economía arranca, el empleo empieza a crecer y el crédito aparece.

Hace un año al Gobierno no se le podía creer ni siquiera, cuando daba un dato estadístico; hoy, con el Gobierno se puede coincidir o discrepar, pero la verdad no se negocia, la información se comparte, los errores se corrigen y el sano equilibrio político, reemplazó al patológico autoritarismo populista. No es poco, volvimos a ser un país normal.

Ernesto Sanz
Ex Senador UCR.

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