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26 de julio, 2024

Lic. Soledad Bugacoff. Palabras discriminatorias en Gran Hermano. Por qué no nos da igual.

Recientemente la concursante Romina Uhrig de Gran Hermano se refirió a uno de sus compañeros, Nacho Castañares, diciendo que es un “mogólico”, “trolo” y otros calificativos discriminatorios. Lo hizo por enojo, luego de que él hiciera algo que consideró “poco inteligente”. ¿Por qué esto nos importa más allá del programa? ¿por qué es relevante que desde el lenguaje construyamos entornos inclusivos?

Las primeras descripciones realizadas por el Dr. John Langdon Down de las personas con síndrome de Down las vinculan con los individuos procedentes de Mongolia por el aspecto rasgado de los ojos. En la Argentina, se utilizó comúnmente la palabra mogólico para referir a las personas con síndrome de Down e incluso algunas asociaciones dedicadas a las personas con síndrome de Down incluían esa palabra en su nombre.

En la actualidad, esto derivó en el uso de estos términos como insulto a las personas por falta de inteligencia. Es decir, sitúa a los individuos en un binomio de normalidad-anormalidad y entiende a la discapacidad intelectual como algo fuera de lo normal, incorrecto o digno de burla. Al utilizar una palabra históricamente referida a esta condición para descalificar, se da a entender que hay algo de malo en ser una persona con síndrome de Down.

¿Y esto qué tiene que ver con la inclusión? Todas las personas tenemos derecho a estar en las mismas escuelas, trabajos, medios de transporte, clubes, fiestas, en fin, en los mismos lugares, sin exclusión. Son los entornos los que deben adaptarse para que podamos participar de manera conjunta. ¿Por qué tenemos que seguir pidiendo que esto se cumpla? Porque a algunas personas, más que a otras, se las ha dejado afuera de los derechos que son para todos. Porque tenemos una idea acerca de qué es lo normal y a quienes quedan afuera de esa concepción, se les niega la participación. En esto, el lenguaje no es inocuo: refuerza estos sesgos y tiene implicancias en la vida concreta de las personas.

La difusión de estereotipos podría obstaculizar el pleno ejercicio de derechos, particularmente los de educación inclusiva en escuelas comunes, el empleo libremente elegido en un entorno laboral abierto, la independencia individual y la autonomía.

La discapacidad es la relación de una persona con las barreras que le impone el entorno. Para que se cumpla con la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, promulgada en 2006, necesitamos que la idea de normalidad y que las construcciones sobre las personas con discapacidad se desnaturalicen y se cuestionen. Necesitamos que la inclusión se separe de lo solidario hacia un grupo, que la discapacidad deje de ser vista como característica dada y propia de la persona. Así un día ya no vamos a tener que incluir a las personas con discapacidad, porque el mundo dejaría de estar solo preparado para algunos.

INVITADA
Soledad Bugacoff
Lic. en Ciencias de la Comunicación Social
Responsable de Comunicaciones en ASDRA (Asociación Síndrome de Down de la República Argentina)

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