Hablo con mi hija mayor que se encuentra realizando un semestre en una Universidad de Milán , Italia. Me comenta que tiene fiebre y dolor de garganta y que le habían dado antibióticos. Me habla con voz rara y con dificultades para expresarse debido a la disnea. Confieso que me molesta el llamado…ya es grande para no resolver sus problemas sola. Al fin y al cabo es un simple cuadro gripal. Pero está asustada y de manera políticamente correcta le pregunto: ¿Viajo? No, no, no, es la respuesta.
A las 48 horas me llama una amiga de la facultad y me dice que la están llevando al Hospital. En pocas horas armo un viaje con su madre. Quedan en Buenos Aires mi “nueva familia” . Desde es momento todos, familiares, amigos y conocidos ponen su vida en un paréntesis.
Llegamos a Milano pocas horas antes que ingrese a una terapia intensiva. Respirador, drenajes, patología pulmonar que luego se convierte en multiorgánica. Un escenario dantesco propio de un cuadro gravísimo. Durante semanas, nunca nos dieron una buena noticia y en los 10 minutos de visitas de cada mañana y de cada noche solo escuchamos de los médicos un informe que reafirmaba lo grave del cuadro y la palabra “estable” como único consuelo. A mi entender y al entender de todos los profesionales, la muerte estaba cercana. Pero pasaban los días y ni se moría, ni mejoraba. A la distancia en la Argentina, en España, en Italia, en México, todos los que la conocían y aún los que no conocían a Sofía, esperaban ansiosos mis mails que se convertían en un parte médico, por momentos aburrido por la situación. Ni se recuperaba ni se moría. Nada distinto a cualquier otro episodio o enfermedad de tantas otras personas que de pronto, internan a un ser querido en una Unidad de Cuidados Intensivos. Pero nosotros estábamos fuera del país. El dinero era escaso. No teníamos vivienda, logramos vivir de prestado un tiempo. No sólo la preocupación era por Sofía sino por resolver la vida misma en una ciudad extraña. Me pareció que la historia debía ser contada y que no solo podía servir a los que la vivimos de cerca, sino a todos los demás. Un familiar enfermo es un problema para cualquiera, pero enfermo en el exterior , el problema se multiplica por 10 o por 100.
Como toda paréntesis, en algún momento se vuelve a abrir.
INVITADO
Mario Sebastiani
Doctor en Medicina
División Tocoginecología del Hospital Italiano de Buenos Aires