Santo en la Web y en la Red

7 de diciembre, 2024

Martha Wolff. 30 años de ausencia de vidas y justicia.

Hace 30 años fue el segundo brutal atentado por el terrorismo islámico. Fue un cimbronazo para la Argentina, pero más para los inmigrantes judíos. Para ellos fue volver a sentir el espanto del antisemitismo en 1994 como lo fue el primer atentado a la Embajada de Israel en 1992. Ellos habían llegado a este país para vivir y morir como personas por haber sido perseguidos, castigados y asesinados sus familiares en Europa. Los dos atentados fueron un retroceso histórico ante el frustrado sueño de vivir en paz en este país.

Todos los 18 de julio se organiza comunitaria y espontáneamente una concentración para repudiar a los asesinos a largo de la calle Pasteur ante el nuevo edificio construido sobre las ruinas del anterior. 

Este 18 de julio será otro duelo por la ausencia eterna de seres queridos que podrían haberse desarrollado estudiando, trabajando, disfrutando de la vida y aportando al país sus conocimientos y progreso como bien común.

30 años  es un tiempo de espera demasiado largo para olvidar, es una cachetada a la lógica, a la convivencia, a la interrelación de las religiones. 

Las 85 fotos de los muertos que sostienen y levantan los presentes en todos los actos del 18 de julio desde hace 30 años deberían estar en las oficinas de los que ejercen Justicia para que tomen conciencia que su memoria no es una carpeta, que fueron personas, que no pudieron crecer como crece la bronca cada año que pasa por tramas, intereses, pactos, ideologías y compromisos nacionales e internacionales, políticos que siguen congelando su memoria.

Sería importante convertir a la Plaza de Mayo en una galería al aire libre con esas 85 fotos para ser vistas desde el balcón de la Casa Rosada. Desde hace 30 años los presidentes de turno de la Nación o van los 18 de Julio a Pasteur 633 o envían a sus representantes. Asistir al mismo es un acto  incómodo. Un acto por el que pasaron los gobiernos democráticos, peronistas, kirchneristas y radicales. Ninguno logró esclarecer los dos atentados ni el tercero que fue el asesinato al fiscal Nisman.

En los 18 de julio hay gran despliegue de seguridad, un escenario para los artistas invitados, conmovedores discursos y testimonios de dirigentes y los familiares de las víctimas, vecinos que se asoman para acompañar, los que cierran ventanas y balcones para no escuchar, la sirena que hace correr escalofrío a la hora señalada de la explosión y el entorno del barrio con sus pinturas alusivas, los monumentos, los medio de comunicación para transmitir el evento, reporteros gráficos, los llantos, los rostros agrietados de pena infinita y sumar otro año y la nada…

El 18 de julio es un grito colectivo y  es silencio y culpables libres.  El 18  de julio todo sigue igual… Pasteur es una calle, un pequeño mundo dentro del gran mundo en el que un grupo extremo decidió lugar y hora para atacar y convertir a un edificio de beneficencia y cultura en ruinas, cadáveres y heridos.

A los 30 años del Atentado a la AMIA como periodista hice varios reportajes, pero hay uno que me conmovió  y demostró que la vida es más fuerte que la muerte. Fue cuando una sobreviviente me contó, que, en medio de la confusión entre escombros, gritos, olor a explosivo y polvo, trató de moverse y entre los escombros encontró a una mamá empapada en lágrimas amamantando a su bebé. El amor y la esperanza por la vida pudieron más que la discriminación y la muerte.

Ya pasaron 30 años siendo días interminables de ausencias sin Justicia.

INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora

Seguir leyendo