El 27 de enero de 1945, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, las tropas soviéticas liberaron el campo de concentración y exterminio de Auschwitz – Birkenau, el mayor de los creados por el régimen nazi. En el lugar fueron asesinadas más de un millón de personas, y al momento del ingreso de las fuerzas del Ejército Rojo, aún se encontraban cerca de 7.000 prisioneros, en un estado de terrible deterioro físico.
En conmemoración de este acontecimiento, en noviembre de 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución 60/7, por el que se designa el 27 de enero como Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto. Allí, la ONU reafirma que “el Holocausto, que tuvo como resultado que un tercio del pueblo judío e innumerables miembros de otras minorías murieran asesinados, será siempre una advertencia para todo el mundo de los peligros del odio, el fanatismo, el racismo y los prejuicios”. Por ese motivo, “insta a los Estados Miembros a que elaboren programas educativos que inculquen a las generaciones futuras las enseñanzas del Holocausto con el fin de ayudar a prevenir actos de genocidio en el futuro“ y “condena sin reservas todas las manifestaciones de intolerancia religiosa, incitación, acoso o violencia contra personas o comunidades basadas en el origen étnico o las creencias religiosas”.
Publicar esta declaración y resolución ante lo que sucede es fundamental para entender la diferencia entre lo hipotético y lo real. Esta declaración nació al terminar la guerra y haber encontrado los campos de concentración, los hornos crematorios, las cámaras de gas y los esqueléticos sobrevivientes que conmovieron a los representantes de las Naciones Unidas. La propuesta fue enseñar para prevenir genocidios y condenar violencia por origen étnico y creencias religiosas. La verdad es que la enseñanza ha servido para mirar pero no para ver, recapacitar y a condenar banalmente con una técnica de opinión para juzgar. Nada ha cambiado bajo el sol, al contrario, al igual que el cambio climático que amenaza a la humanidad, se ve reflejado en las acciones discriminatorias sobre conflictos y rivalidades. Todo al costo de vidas al servicio del odio.
El genocidio perpetrado por los terroristas de Hamás el 7 de octubre del 2023 por el grupo terrorista Hamás al sur de Israel convirtieron una fiesta en un campo de muerte, violación, destrucción y toma de rehenes, demostrando que en ese salvaje ataque canibalista sexual hubo espanto ante el mundo al comienzo, pero cuando Israel se defendió de los asesinos declarándoles la guerra, los organismos internacionales se manifestaron como hasta hoy en esa burda palabra que se llama “desproporción y apoyo al agresor”. ¿Acaso los nazis que enviaban a los millones de judíos y opositores a la muerte fueron ahorcados o condenados a cadena perpetua y el castigo fue desproporcionado?
Quise traer a la memoria las palabras de proclama de la ONU porque el 9 de noviembre próximo se recuerda el comienzo del Holocausto con “La Noche de los Cristales Rotos”. Ese pogrom fue más grande del siglo pasado, organizado desde el estado contra los judíos de Alemania y tuvo su copia en lo que pasó en Israel organizado desde la judeofobia iraní y sus secuaces.
El 9 de noviembre comenzó la propuesta lanzada en la Conferencia de Wannsee en 1942 de limpiar Alemania de judíos, sumadas las Leyes de Nuremberg en 1935 y la arianización en 1937. El combo se puso en acción y mataron, destruyeron casas, negocios, hubo violaciones, saqueos y rehenes por miles para llevarlos a los campos para trabajar para los nazis y luego matarlos. No fue el 9 de noviembre un acto espontáneo como no lo fue el de Hamás. Los nazis querían una Alemania sin judíos y los palestinos echar a los judíos de Palestina “Desde el rio al mar” según su slogan, tierra que en el ataque del 7 de octubre no fue por la posesión de la tierra si no en nombre de Alá. También Hitler se creyó Dios todopoderoso, al igual que los terroristas dueños de la vida y de la muerte, de los enemigos no como ejército sino como brigadas asesinas. A una guerra santa la respuesta fue un ejército preparado acostumbrado a responder a un pueblo de fronteras siempre al acecho, un cielo cargado de misiles y una historia de antisemitismo viejo como el tiempo de árboles genealógicos truncados, de diásporas y de fe mirando siempre hacia su tierra ancestral.
Ante La Noche de los Cristales, el que fuera presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt expresó asombrado del ataque nazi: “En lo personal apenas puedo creer que tales cosas ocurran en la civilización del siglo XX”.
¿Y quién puede creer que vivimos en una civilización incivilizada por la banalidad del mal como opinó Hanna Arendt? Los medios de comunicación, el cine, el arte, la literatura y toda expresión artística han producido mensajes e inspiraciones para hacer hablar a los sufrientes de ayer y de hoy que pasan a ser números pero no personas. Las penas y las condenas son de todos y hay que ser responsables de lo ya padecido por el terrorismo islámico que solo cuando se sufre en carne propia. Y sin embargo la ONU solo actúa en defensa de los derechos humanos solo para el drama que viven los palestinos abandonados a su suerte por los terroristas y no para los judíos que a un alto costo por su proporcionalidad habitacional se defiende de la desproporcionalidad armamentista terrorista que mantiene a su pueblo siempre atacado y cuidado.
No alcanza en 27 de enero para recordar, es necesario crear un calendario de mayor conciencia y justicia. Los vidrios rotos del 9 de noviembre de 1938 son también las vidas sesgadas judías y las de los rehenes desde el 7 de octubre del 2023.