Santo en la Web y en la Red

28 de marzo, 2024

Martha Wolff. Argentina no es solo fútbol.

Euforia por el fútbol. La gente está contenta. Hay algarabía en el pueblo argentino. Bien merecido el triunfo por algo que moviliza masas y no es político. Es increíble cómo se paró el país en esos dos tiempos de juego. La camiseta blanca y celeste fue la prenda que se veía por todos lados. El público se concentró en plazas, barrios, bares, clubes, casas. La excusa fue el encontrarse para sufrir o para celebrar. Los amigos hicieron frentes de apoyo al equipo en Doha. Las familias se juntaron para no perderse los goles  y los penales y gritar, aplaudir, llorar, dar palmadas en la espalda a los que tenían al lado. Todo ser caminante se detuvo para mirar las pantallas y rezar. Las mesas estuvieron llenas de bebidas y picadas para matar la angustia.  Los choques de copas para brindar sonaron como campanas de gloria. Las bocinas fueron la música de fondo para acompañar los goles y los trenes también los tocaron para manifestar su  alegría. Los negocios estaban vacíos, los supermercados despejados, los boliches estaban llenos, los indiferentes a este deporte popular se sentaron a mirar y para todos fue y es el tema del día entre la admiración por el equipo nuestro y su impecable participación en este mundial.  Los jugadores se jugaron con maestría. El orgullo se siente a flor de piel. Todos ellos  entrenados han demostrado una coordinación magnífica.  Entre ellos el lenguaje corporal y de táctica es casi un ballet futbolero con el actor principal y único Messi.  El mundo a sus pies y él con sus pies tiene al mundo en sus manos. Viéndolo moverse con sus estrategias y utilizando ese don es también el más perseguido por sus rivales, castigado, amado, temido y supervisado. En la cancha su figura tiene un halo de santo y un poco o mucho idealizándolo no sé si su apellido en otras vidas habrá sido Mesías, un salvador.

A miles de kilómetros de distancia 13.809  argentinos viajaron a vestirse con los colores patrios, a pintarse la cara, a usar cotillón, a vivir otra Argentina que no es la que triunfa en  Catar.  Será para ellos una gran experiencia además de exótica de haber estado días en un país árabe que no es el común de los países. Es un principado que usó los recursos naturales para enriquecerse, influenciar y construir un submundo de belleza, lujo, arquitectura de avanzada, de hoteles confortables y mucho aire acondicionado, todo muy distinto del desierto y el camello, del harem y los sultanatos.  Y el retorno a la  Argentina ganando el campeonato o acercándose a ser finalista será también muy distinto del bienestar que vivieron o vieron. Se encontrarán nuevamente con la crisis política y la economía que ahoga a un pueblo empobrecido, que boqueando como los peces, pudieron gritar los goles como oxígeno para salvarse. Así será lo que encontrarán al regresar. Y queda una moraleja muy  importante y es que tanto los que fueron allí como los que quedaron para ver por televisión los partidos ante semejante patriotismo queda la pregunta si aprenderán los argentinos a volcar el mismo espíritu al votar bien para celebrar una Argentina a la que no le atajaron los penales del fanatismo, la decadencia para gobernar. Queda ahora la esperanza de no practicar el deporte de la impunidad. 

INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora

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