Santo en la Web y en la Red

10 de octubre, 2024

Martha Wolff. Carnaval sustentable es aplauso a la ecología.

El informe de Brundtland de 1987, redactado por la ONU, por la Doctora Gro Harlem Brundtland, que llamó originalmente “Nuestro Futuro Común”, frase que resume sobre Desarrollo Sustentable en el informe es el siguiente: Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias. Los tres pilares que se relacionan en el Desarrollo Sustentable son:  la economía, el medio ambiente y la sociedad. La finalidad de su relación es que exista un desarrollo económico y social respetuoso con el medio ambiente. La sostenibilidad es un proceso socio-ecológico caracterizado por un comportamiento en busca de un ideal común. Por otra parte, sostenibilidad en términos de objetivos, significa satisfacer las necesidades de las generaciones actuales, pero sin afectar la capacidad de las futuras, y en términos operacionales, promover el progreso económico y social respetando los ecosistemas naturales y la calidad del medio ambiente.”  (Wikipedia)

En el camino de la vida encontramos siempre gente que enriquece el caleidoscopio del conocimiento. En este caso voy a contar sobre lo que aprendí al lado de artistas ecologistas.   Aprendí que ellos son defensores de la Naturaleza, que luchan para protegerla de los progresos económicos e industriales que la han contaminada y depredado. Aprendí de sus obras y discursos sobre protección de la tierra y la atmósfera contaminadas que agonizantes piden ser salvadas.

El sábado 12 de marzo, a las 14 hs. fui a un Carnaval Sustentable con la participación al terminar de una murga barrial. Sobre carnavales sabía, de murgas también, pero de carnavales sustentables, no. Fui invitada por mis amigos, la pareja de artistas plásticos que crean con deshechos obras de arte reciclándolos bajo su inspiración. Conociendo sus trabajos y filosofía imaginaba lo que iba a ver, pero la realidad superó la fantasía. Ellos son: Lilly Brodesky, en cuyos cuadros todo lo que es posible de reutilizar entran en sus composiciones y él, Edgardo Rodríguez, gran arquitecto reciclador de botellas de plástico transformador de las mismas en obras de arte y hacedor de trajes para las murgas de villas para sus desfiles.  

La cita era para celebrar Carnaval en el barrio de La Boca. Ese sábado tanto activistas recicladores de todo tipo fueron convocados por Solange Rodríguez, hija del autor de las esculturas que adornaban la calle como los disfraces armados para los niños, fue el alma mater de esa muestra educativa.  Solange es Gestora Cultural, directora de Tacha, espacio dedicado a la investigación y difusión de arte sustentable y para este evento fue auspiciada por la Participación Cultural del Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires y algunas firmas más.

 La convocatoria fue una muestra de la calidad al escuchar tocar a grupos de música con instrumentos armados de objetos recogidos de la basura y admirar la animación infantil con personajes inventados de objetos recogidos que sonaban y actuaban. El clima fue de una dimensión espectacular de inteligencia en el aprovechamiento de los deshechos y la calidad de los artistas que participaron.  

Ese tramo de calle fue un circo y una escuela al aire libre de talleres. Circo con figuras animalescas o fantaseadas para animarlos de los recursos más insólitos armados con el objetivo de mostrar la reutilización de lo que parece que hay que tirar en reutilizable con el toque de la creatividad.

Fue un desfile tras otro en el escenario y las calles con músicos con sus instrumentos insólitos que hicieron vibrar. Fue un desafío de jóvenes con discapacidad amantes de la naturaleza explicaron cómo hay que cuidarla. Fue una oportunidad de animadores de niños que despertaron estímulos fantásticos para su participación. Fue verlos sentados en bancos improvisados de cajones de plásticos y disfrazados con alas, sombreros, escudos, marcando el ritmo sobre lo que encontraban al paso. Fue maravilloso.

Nosotros, los espectadores estábamos sentados en la calle. Nosotros fuimos parte de ese espectáculo callejero como gran escenario para albergar tiendas y carpas para los chicos ya sea dibujando, pintando y escuchando lo que mimos, payasos y bailarinas con plásticos diseñados al mejor estilo circense improvisaban para entretenerlos. Y cuando con el redoble de tambores anunciaba que se acercaba la murga de una villa de Barracas, allí comenzó la fiesta que invitaba a disfrutar del desfile. Los participantes era una Babel de edades y colores. Niños, adolescentes, adultos, hombres y mujeres todos con sus trajes recamados en lentejuelas y flecos que con el vibrar de los tambores y trompetas parecían electrificados por los movimientos. Se desplazaban al compás de la orquesta con una agilidad asombrosa, de meses de práctica, de lucimientos individuales y corporativos. Mamás y papas con sus hijitos y el cura que los convocó para que eso fuera una realidad estaba radiante de verlos después de meses de ensayo, armado y confección de vestuario. Había orgullo en el aire y en los rostros. Había fe puesta al servicio del bien común.

Lo vivido fue una experiencia de trabajo social, laborterapia, beneficencia y amor al prójimo. Todo un año para complementar sus horas de trabajo laboral u hogareño para en una hora dejar sobre el asfalto lo mejor de cada uno.

Aplauso a Solange por su encanto y objetivo como su padre de crear fuentes de vida.

INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora

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