El sábado 22 de abril, a las 17.45 hs, como parte de la programación del BAFICI, en el cine Multiplex Monumental Lavalle, se proyectó el documental -NISMAN La víctima 86-, dirigida por Pablo Racioppi y producida por Waldo Wolff y Delia Sisro.
Asistir a verla fue un deber ciudadano por la impunidad del accionar de la Justicia argentina y un compromiso para saber más sobre esta tercera tragedia con el antecedente del atentado a la Embajada de Israel y la Amia, sin culpables, sin resolver, sin más que expedientes sobre los cuales sólo caminan las polillas de los libros y las ratas de archivo que los van destrozando. Esos habitantes de bibliotecas son muchas veces autoras que fagocitan los archivos y como son plaga y no tienen documento de identidad por lo tanto no se las puede juzgar. Algo similar y simbólico fue el ver correr por la pantalla de esta película cómo se fueron desencadenando los hechos hasta el crimen de Nisman. Así folios, carpetas, expedientes y demás, hasta este documental sobran para entender mejor todo lo que sucedió. Lo que faltaba era una lectura y un cronograma para ordenar lo escrito y puntualizar y agregar declaraciones. Ardua tarea fue buscar discursos claves, grabar testimonios, explicar acciones, desentrañar lo encubierto, citar a expertos y abrir el abanico de lo oculto, lo no dicho, lo omitido y subrayar conclusiones matemáticas de la lógica.
Ante el estallido de las bombas que destruyeron vidas y los edificios de la representación israelí en nuestro país y del centro comunitario de la colectividad judía, la orden del gobierno fue la de enchastrar la escena del crimen. El despliegue de información de los medios de los anteriores ataques se pobló de imágenes terribles, de muerte, sangre y horror y los comentarios dependieron como siempre de la facción política a la que pertenecían.
El documental –NISMAN La Víctima 86- bajo un ordenamiento cronológico, va ensamblando la cadena de hechos y palabras mensajes y meta mensajes, de cómo su fue anunciando que había que deshacerse de un enemigo político de turno, y lo lograron. Claro que lo que mató la bala no mató a la verdad. A medida que corre el tiempo de proyección cada espectador saca su propia conclusión que es la medida de una realidad que se va gestando para salvar a los implicados en un acuerdo para salvar asesinos y asesinar a justicieros.
Cuando se tiene sobre una mesa las pruebas y la difícil tarea de elegir, ahí fue la responsabilidad no sólo de los hacedores de la película, sino la responsabilidad social de dar a conocer lo que se ocultó para distraer, como hacían en el circo romano con los condenados para entretener a la plebe. El decir de cada uno de los invitados a razonar en voz alta sobre lo investigado despeja el aire todavía impregnado de peróxido de acetona de los explosivos que los terroristas islámicos hicieron estallar. Había que marear al pueblo que escucha como flashes lo que se transmite en radio y televisión. Esto pasa de un lado de la pantalla mientras del otro los culpables de los acuerdos para pagar deudas y acople de tendencias ideológicas ya no están y los que están, y este documental sin señalar deja que el dedo acusador solo los vaya señalando.
Mi aplauso de periodista por el valor de la imagen como documento y de la palabra como compromiso ante la quema, cajoneo, amenazas, compra de silencios, cómplices políticos, religiosos y económicos para seguir gobernando y degradando a la Justicia. Con este legado de película en el frente del edificio de Tribunales a la efigie que la entrona se le ha caído la venda y la balanza se ha inclinado para el lado de la verdad contra la mentira.
Y se le suma la víctima 87, denunciado por Hernán Dobry, la de los soldados judíos maltratados por el antisemitismo que padecieron en las Islas Malvinas sirviendo a la Patria, como Nisman también lo fue.
En el Día Internacional del Libro, este documental sobre Nisman, es un libro abierto a releer al que le pongo una piedra sobre su tumba y una rosa, porque al decir de Borges, lo perfecto es obra divina y el hombre es incapaz de encontrar la palabra justa, como este proyecto cultural abierto a que el tiempo y los hombres lo juzguen como corresponde.