Desde el 7 de octubre se ha llegado al máximo de comprobación del grado de perversidad de los guerrilleros terroristas musulmanes. La noticia del perro israelí envuelto en explosivos por Hamás, para que estalle en su rescate, es la síntesis de cómo actuaron hasta ahora. El pueblo palestino ha sido abandonado a su suerte que nadie rescata. Los dejaron a la deriva, condenados a la pobreza, desprotegidos, mientras los millones de dólares internacionales aportados para su ayuda, fueron usados en armamentos para matar judíos. Incrustaron explosivos en juguetes para engañar, guardaron municiones en cunas e incubadoras, usaron hospitales como comandos, se atrincheraron en escuelas y en todo lugar público e infinidad de cobardías de mentes delirantes al servicio del fanatismo y obediencia a un clérigo da órdenes de matar a su enemigo. Y el mundo los aplaude sin darse cuenta que esa supremacía los ha dejado desamparados, mientras los cabecillas se han escondido dentro y fuera de Gaza. Con los miles de misiles y armamento incalculable, más muñidos de cuchillos para atacar a civiles, incendios en la Galilea, los palestinos adoctrinados muestran que son un conjunto de forajidos de entrenados e improvisados sometidos a la defensa a costa de sobrevivir.
Los seguidores multitudinarios son los teóricos alentados por una propaganda que se fue infiltrando desde el desembarco migratorio musulmán, escapando de las dictaduras extremas, y se han dedicado a boicotear lo que se les ha dado, porque fueron a someter con su religión y cultura a los países occidentales europeos que los han recibido. Con esa falsa democracia de justicia hacia los perseguidos, han caído en una trampa de la que ahora les es difícil salir.
Ninguno de los que gritan van a volver a sus países de origen. Los adeptos no se arriesgarían a ir a luchar por o con ellos, ya que son teóricos de la lástima de lo que se sufre en Gaza. Les han inculcado que el judío es el culpable de todo y no entienden la dimensión de un futuro dominado por bárbaros, discriminadores, fanáticos, condenatorios por vivir en libertad y hacer lo que a cada uno le guste.
No todos los musulmanes son extremistas pero todos los enemigos son judíos y con eso basta.
Los claustros universitarios han sido invadidos por cambiar la historia entre el bien y el mal que ha regido en las enseñanzas de filósofos y juristas, escritores y de todas las ramas de la cultura. Han usado los campus como si fuera un desierto con carpas y las banderas palestinas como propias. Seguramente que ni siquiera han juntado un centavo para enviar ayuda. Lo que han logrado es comprar a la prensa en decadencia con slogans que se repiten en carteles y cánticos, con mujeres que no se pronunciaron por las violaciones del 7 /10, con jóvenes que ni siquiera se han compadecido de los niños, ni de los sometimientos tortuosos sexuales en cautiverio, ni de los falsos informes para acrecentar la lástima como arma sentimental, ni decanos y profesores ante los cadáveres que se van encontrando como un exterminio a cuenta gotas…y adoran todo eso. Ni siquiera se han sacado todos esos odiares un bocado para enviar ante la hambruna a que son sometidos los palestinos mientras su dirigentes lucen radiantes de salud y confort.
Es tan sorprende esa mezcla de primitivismo con la modernidad de las armas que manejan que los que salieron no a defender a su pueblo si no a matar, han creado una especie de héroes del espanto negando que el enemigo también es el palestino, que no se atreve a reaccionar porque con ello se le va la vida.
El perro dinamitado es igual al accionar que tuvieron el día del ataque que conmocionó al mundo y que hoy no perdona que los israelíes destruyan sus túneles en Gaza y demuestren que fue un arsenal y una punta de lanza de Irán para abrir el avance del terrorismo contra Israel, así como lo hace Rusia con Ucrania para instalar el autoritarismo como futuro. Eso tampoco lo ven los jóvenes que tanto lucharon y dieron su vida por la democracia y la libertad en todos los frentes.
Después de todo el perro dinamitado es igual a todos los atentados padecidos hasta hoy.
INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora