No sé qué condena le espera a Alberto Fernández.
Tampoco a Fabiola Yánez.
El tango se baila de a dos.
Un hombre pegador es un cobarde.
Satisface su deseo sexual para descargar y odiar.
El cuerpo femenino lo recibe y es castigada por ello.
El hombre que pega luego de gozar es un criminal.
La mujer que se somete es esclava y presa de un demente.
Es el que llega hasta ahorcar y matar a su hembra,
es animal que satisface sus necesidades y chau…
Amar demasiado es una mala medida.
Lo peor es creer que es amor pero es necesidad y sometimiento.
El pegador es un sibarita de la violencia
y su presa una esclava que no puede liberarse de la bestia.
Ambos tienen historias de imitación, de frustración.
Nadie dejó de ver la verdad de la pareja presidencial
Un macho cabrío asumió el rol de conductor de la Nación,
de la mano de una mujer mezcla de machismo y feminismo,
cómo lo que eligió para gobernar.
Una rubia en el camino se sumó a un mentiroso
mientras le hablaba al pueblo de paz y armonía,
su vida íntima era una guerra de cuerpos insatisfechos,
de sueños de grandeza, ambiciones y restricciones.
Fue otro presidente que engañó al pueblo
Con su imagen de redentor e inventadas compañeras
que saltaron de la nada a la popularidad.
Alberto Fernández canoso, bigote recortado, cara de piedra,
bien vestido, alimentado, prepotente y falso cura, predicando
justicia y cuidados, se ponía la máscara
sobre su otra cara de simulador y libidinoso.
Fabiola siempre impecable tuvo ansias de ser alguien
entre idas al Vaticano, hablar de cuidados de COVID por televisión,
presidenta de la Fundación Banco Nación
e ir a inaugurar canillas en Santiago del Estero.
e ir vestida como para ir al Hotel Alvear en el helicóptero presidencial.
A los golpes como un boxeador en el ring de la Quinta de Olivos
y ella machucada y encerrada, insultada, despreciada y castigada,
quiso ser madre de un hombre no ejemplar…pero su hombre.
Debilidades de la carne, de la mente y no saber defenderse.
Fue la vergonzante pareja real o sea de la verdad
que el pueblo argentino ciego, acostumbrado al maltrato social
vio una película sin final feliz que tiene mucho éxito de taquilla.
No es para aplaudir sino para llorar.
INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora