Santo en la Web y en la Red

18 de enero, 2025

Martha Wolff. Estampa Hospitalaria.

                    

           A días de terminarse el año 2024, la Argentina, como parte del mundo, celebra las fiestas de fin de año, a pesar de todo, para sobrevivir. En algunos países también se lucha para enfrentar el problema económico, social, político religioso, racial, xenofóbico, migratorio, de guerras, terrorismo, amenaza nuclear y muchos más… Un cuento de nunca acabar.

En general fuera de los países más desarrollados la gente padece deficiencias eternas de cuidado porque ningún sistema soluciona sus dramas habitacionales, educativos y de salud. Y es en este último punto en el que el hombre está desprotegido de parte del estado. Hay dos clases de atenciones:  una es la particular paga y la otra es la comunitaria gratuita. La particular es eficiente y queda limitada a quien pueda pagarla y la gratuita abierta a todo público.

En nuestro país la atención gratuita en los hospitales está hace décadas en decadencia. Ante el bajo presupuesto estatal para mantenerla, con baja retribución salarial a sus empleados, es un esfuerzo humanitario admirable. Lo mágico es que tanto el personal profesional como el auxiliar trabajan con falta de suministros y de todo lo relacionado con su tarea, y sin embargo mitigan dolores y salvan vidas porque lo consideran una prioridad humanitaria. Ni hablar de cómo se sienten ante la triste escena de los pacientes que tienen que llevar sus propios colchones, sábanas y frazadas para internarse. La desidia de las autoridades estatales ha dejado a la vista un espectáculo dantesco y perverso de abandono de la población necesitada de ese servicio indispensable. Los sucesivos gobiernos que supimos conseguir usaron el dinero público para su partidismo y olvidaron el presupuesto hospitalario como necesidad básica y prioritaria para obtener una población sana y cuidada.

El cuerpo médico argentino hace lo que puede y lo que debe como una doble obligación de trabajo y ética.  Tanto médicos como enfermeras o enfermeros y el resto de los equipos son de una dedicación misionera. Todo esto y mucho más es lo que dan atendiendo a los que sufren para sanarlos, aliviar, sanar o mitigar enfermedades.

El estado general de los hospitales es deplorable y eso es directamente proporcional a la indiferencia de los gobiernos sucesivos de todo tenor ideológico de este último medio siglo.

En una palabra, la indiferencia y el robo presupuestario en el área salud lo viví hace unos días al ir en un hospital a 30 kilómetros de la Capital y encontrarme con una guardia empobrecida con una silla de ruedas con las gomas desinfladas y una silla de plástico de jardín encajada a falta de la original.

Mi ser periodista sintió ganas de armar una exposición al mejor estilo del artista provocador León Ferrari. Me quedé impresionada de la obra de arte del terror de la realidad, de la decadencia de la provincia y también de la ciudad, cuando días antes saqué una foto de mi hospital privado en la que los bancos en la calle tienen cadenas para que no sean robados.

¡Qué pena me dio vivenciar tanto robo al voto y tanto robo al servicio público!    

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