El sábado 10 de agosto se celebró el centenario de la creación del Centro Cultural Prosvita de la comunidad ucraniana en el Auditorio Belgrano. No fue una tarde cualquiera. Fue un canto a la pertenencia a un pueblo que emigró de su tierra por razones políticas en el tiempo entre el nazismo y el comunismo. Un pueblo que hoy vuelve a defender su libertad. Hay 20.000.000 ucranianos en ochenta y dos países entre emigrados y exiliados, uno de ellos la Argentina. Y hoy, haber estado en la puerta del teatro fue reconocer sus rostros eslavos, sus cabellos rubios, sus ojos transparentes y las mezclas dibujando la pertenencia azul y amarillo en sus solapa y pañuelos. Llegaban a la fiesta solidaria que se organizó para esta celebración en escala generacional. Los mayores que fueron, los que huyeron pasando fronteras y mares, hasta encontrar una tierra para radicarse, vivir y desarrollarse, llegaron con sus familias que formaron en este país. Y ahí entraban al auditorio entre canas, bastones y sus acompañantes. La presencia de jóvenes y niños era la expresión más cabal de su adaptación a la Argentina y su continuidad como ucranianos con sus descendientes para disfrutar de ambas identidades.
La fiesta Prosvita fue más que una fiesta, fue una invitación a recordar las raíces tratando de ser destruidas por invasiones y conservadas a pleno entre banderas y danzas. Sobre el escenario, el recorrido por la memoria estuvo a cargo de grupos de baile que danzaron lo que la guerra y el odio quisieron eliminar. Así se sintió que la herencia recibida permanece en el ADN de cada grupo humano con sus costumbres que no puede ser borrada.
La actualidad que vive Ucrania con la invasión rusa despótica ha vuelto a demostrar al mundo el espíritu de lucha de los ucranianos para defender su tierra. Sobre el escenario los grupos de bailes folklóricos de países europeos que se solidarizan con Ucrania, fueron la síntesis de dos grandes valores: la herencia y el rescate de una cultura que ha desafiado las dos dictaduras del siglo XX que quisieron destruirla. Los países que se sumaron con sus bailes fueron un abrazo de solidaridad ante el drama que se está viviendo allí. Las colectividades como la lituana, la polaca y la española se hicieron presentes. Y la italiana con su canción libertaria “Cia Bella Cia” con su música, baile y canto fue el mensaje de libertad al igual que los italianos cantaron al finalizar el fascismo. Los otros grupos desplegaron un encanto nacional de músicas y vestuario como expresionismo de la pareja y emblema de armonía, amor y alegría.
La sala colmada de gente que ama Ucrania no paró de acompañar a todos los grupos con sus palmas, de cantar los himnos y aplaudir. Fue una fiesta con un alto grado de memoria y de esperanza para un país sometido a la guerra que no pidió ni provocó.
El vestuario le puso nacionalidad y épocas a la belleza del encuentro entre hombre y mujeres de pueblos diferentes de Europa. También estuvieron presentes representaciones internacionales y religiosas. El Auditorio de Belgrano fue una demostración de paz posible de convivencia y respeto para un mundo mejor. Además, hubo nostalgia y orgullo de las viejas y nuevas generaciones para mantener viva la continuidad de las culturas a pesar de la avasalladora modernidad. El final multitudinario de público y personalidades presentes cantando el himno nacional ucraniano hizo llorar a una audiencia entre la felicidad de la celebración y la pena y duelo por lo que pasa en Ucrania.
A la salida la fantasía se hizo realidad cuando todos los bailarines en el hall saludaban a sus familiares con sus ropas típicas de historia e identidad.
¡Feliz centenario Prosvita!
Invitada
Martha Wolff
Periodista y escritora