Santo en la Web y en la Red

29 de marzo, 2024

MARTHA WOLFF. Fumando espero.

Cuando era chica me encantaba hojear el álbum de casamiento de mi abuela de 1912, en cuero ruso repujado que le habían regalado para su casamiento en Varsovia. Era y es, porque lo conservo, de gran tamaño, parecido a un libro litúrgico que va sobre un atril. Solía mirar las fotos familiares, cabinet portrait, gruesas, en color sepia, tanto individuales como grupales, de parejas o infantiles siempre en poses, siempre bien vestidos, siempre estáticos. Generalmente eran tomadas en estudios con decorados al fondo de paisajes o con alguna utilería que le daban un aire aristocrático. Y mi madre me contaba tristes historias de los retratados que habían ya fallecido o por muerte natural, en la Primera Guerra Mundial o por los pogroms y otros en la Segunda Guerra por las persecuciones y asesinados por el nazismo y luego por los comunistas. Así en ese recorrido junto a los relatos los conocí virtualmente sabiendo que hubiera tenido una gran familia.


Cuando miraba las fotos imaginaba sus vidas y destinos y entablaba con ellos una relación de diálogo mudo y a veces pensando qué suerte que esos trozos de papel quedaron como documento de su existencia.
Entre las que guardé hay una de 1919 que es mi preferida. Es una bellísima mujer con aire de soñadora, con un vestido largo blanco, sentada en un sillón de alto respaldo, una mesa ratona a su lado y en la mano un cigarrillo cuyo humo ascendente se abre en la parte superior como una copa, con la foto de un hombre de aspecto melancólico. Todo este retrato sobre un fondo negruzco agrisado que da luz y sombra a la escena de “fumando espero…al hombre que yo quiero” como dicen los versos del tango. 


Vaya a saberse la verdad sobre la composición artística del autor sobre esta belleza de un amor ausente, ¿despechado?, ¿perdido?, ¿extrañado?, ¿esperado o deseado? 

Fumando espera, desde hace más de cien años, la mujer de la foto a su amado…

Invitada
Martha Wolff
Escritora y periodista

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