Ante las variadas noticias científicas y sociales sobre ser padre o madre en el 2019 estoy replanteándome, aquí y ahora mí allá en el tiempo. Es que yo vengo del cuento de había una vez…un hombre y una mujer que quisieron ser padres y otros lo fueron por accidente, otros por mandato y otros porque a pesar de los prejuicios quisieron serlo. Esto entraba dentro de las reglas y costumbres a través del tiempo. De esa generación de felicidad que es la maternidad y la paternidad para consolidar la pareja y la continuidad familiar, ha corrido mucha agua bajo el puente. Desde el bebé de probeta hasta la inseminación artificial, donación de óvulos, de esperma, de prestación de vientre hasta la copaternidad tengo miedo de romper con el mito de creer saber quién fue mi padre o mi madre. Parecería que el modelo no gustó y ante tantos grupos y subgrupos, géneros, todes y otras yerbas el querer tener un hijo no tiene que ver con la pareja que se formó por amor. Con todos estos movimientos y cambios o me equivoqué al imitar a la sociedad de mis tiempos o tengo que replantearme, con los nuevas tendencias, a qué se llama hoy tener un hijo. Cuando mi papá se quiso divorciar de mi madre hubo un revuelo familiar porque no es bueno que una mujer ni un hombre estén solos, porque para las religiones la pareja es la solución para seguir existiendo la Humanidad. Y eso del amor ahora es un cuento porque no hace falta para tener hijos. Se cansaron de ver hombre con mujer casados porque no siempre fueron felices ni comieron perdices y nadie es imprescindible. Antes existían las casamenteras, los pactos de sangre entre padres, de juramentos hasta que la muerte los separe, de terminar con la costilla de Adán y el pecado original porque lo que es una novedad ahora es que hasta por Internet elegís quién querés que sea el padre o la madre de tu futuro hijo/a. Nada de vivir bajo el mismo techo, responsabilidad compartida menos la cama y ni hablar de amarse, eso sí respetarse y cuidar al chico que supimos conseguir ¡Libertad!, ¡Libertad!, ¡Libertad! Algo así como reza el Preámbulo de la Constitución Argentina. Gracias computadora por conseguir el prototipo de diseño genético para mi futuro hijo, dicen los que hacen todo lo que se debe hacer, pero a distancia como los cursos para estudiar, los mails para ir tanteando la incubadora donde invertir el semen o el óvulo para unirse sin transpirar, sin gastar en casamiento, ni noviazgo solo gracias a la varita mágica de todo ni sueños narcisistas de tener hijos parecidos a nosotros mismos. Todo cambia, cantaba Mercedes Sosa, y es verdad todo cambia. La moda del marido en el parto ya fue, ahora los hijos encargados vienen con un rótulo en el orillo que dice “A mi manera”. Esto y mucho más se descubre día a día y pienso, a mi edad, si llego a ser bisabuela, no sé si lo seré en estilo clásico o tendré que mimarlo entre un link y una amiga/ amigo de mis nietos o les tendré que explicar con el tiempo que mis padres me tuvieron, que yo tuve a mis hijos y los hijos de los hijos son los que vinieron a este mundo entre el deseo y el antojo de parejas y como ahora de individuos / individuas individuales. ¡Así se llegó a la era de los hijos por delivery! |