Dicen que los cuentos, cuentos son. Pero para los argentinos los cuentos son realidades.
Igual que el cuento de La Cenicienta, la calabaza se convirtió en carroza de oro, es decir el pueblo empobrecido con la varita mágica del gobierno se transformó en bienestar para seguir a la fiesta kirchnerista. La ilusión de salir de la crisis hizo un milagro. Es la historia de la joven humilde, que, por el arte de querer ganarle al fracaso, la vistieron de princesa para conquistar al príncipe. Significa metafóricamente que a cualquier precio hay que salir a ganarle a la oposición. Versión que, en el cuento de Cenicienta, que hacía los trabajos de criada para su madrasta, era burlada por sus hijas feas que no soportaban su belleza, la despreciaban. Y llegó el 12 de septiembre y el rey abría el palacio para una fiesta a la que acudirían las hijas que maltrataban a Cenicienta. O sea, elecciones y la fiesta estaba lista, los invitados al confite bien ataviados, un hada se compadeció de la tristeza de una hija del pueblo y su desigualdad social y la vistió de fiesta y convirtió la calabaza en carroza, para que también participara del evento. Había que conseguirle una novia al príncipe, o sea que hubiera boda con el resultado del convite entre el presidente y la vice, pero perdieron el zapatito y toda la tropa en la escalera del ascenso al poder, la calabaza no volvió a serlo, porque alimentada de los votos de la plebe, cansada de ser carreta, quería disfrutar de los lujos. Desesperados siguieron buscando a los dueños del calzado perdido, a quienes encontraron descalzos y en la ruina. Pero hete aquí, que, de la noche a la mañana, la madrasta volvió a pesar de su derrota a mandar, el rey a cacarear con su verborragia, sufrieron grandes descomposturas, hubo corrida de toros, rebelión en la granja ante la pueblada votante. Ahora en el reino del revés, todo vuelve a brillar con corte nueva para gobernar, hay plata y medidas para tirar al techo, y de tanto pensar la vice se fue a descansar a Calafate y el presi se quedó en el palacio feliz porque la alegría volvió a reinar. Y colorín colorado este cuento dramático se ha terminado, porque tanto el reinado como sus dirigentes han decretado el País de las Maravillas y del Covid-19 se pasó de encerrado a la gran algarabía del aquí no pasó nada más que las grullas. La pareja real espera la boda política entre Alberto y Cristina el 14 de noviembre y según las urnas veremos a quién le calza el zapatito de Cenicienta.
INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora