Santo en la Web y en la Red

21 de noviembre, 2024

MARTHA WOLFF. La envidia de los helechos iluminados de Buenos Aires.

 Hacía mucho tiempo que no me reía tanto como cuando lo escuché a Máximo Kirchner hablar de la envidia que les causan los helechos iluminados a los que vienen del conurbano a la Capital. Y como la manzanita no cae lejos del árbol, repitió lo mismo que dice su madre, cuando describe la desigualdad entre la provincia de la gran urbe de Buenos Aires. La verdad es que al pasar la General Paz hay cosas más deslumbrantes para querer tener en sus localidades, pero el helecho iluminado es como decir del dicho “al hecho hay un gran trecho”. Y el trecho es que lo que no hay en la Provincia, es porque sus presupuestos pasaron a ser no supuestos pero reales bienes robados a los pobres. Esa barrera entre los ricos y los que menos tienen, son defendidos por gente que tiene su buena entrada, que lo único que le importa es el voto, y que trabaja para dar dádivas partidarias pero nunca dignas ante sus necesidades. Lo que no se hizo hasta ahora es porque ser dependiente tiene su precio y ser independiente significa libertad.

Los gobernantes peronistas y kirchneristas, que se fumaron los proyectos, no se dieron cuenta que por ejemplo con el reciente acuerdo de paz entre los Emiratos Árabes e Israel, se firmó un pacto de desarrollo entre David y Goliat, porque tanto uno como el otro hicieron de lo imposible algo posible. Los árabes emiratíes de un desierto hicieron un país de lujo oriental gracias al petróleo, los israelíes de un desierto hicieron un vergel y un centro de tecnología a la cabeza del mundo. Se puede, se puede, decía un ex presidente argentino y claro que se puede. Pero es posible cuando se pacta con la inteligencia, no sometiendo a una población a un partidismo ciego que aclama a sus líderes mientras día a día se estancan más. Las estafas están a la vista en la parte social, política y económica. Ver cómo de inmediato ya se hicieron acuerdos de intercambio de todo tipo entre árabes e israelíes en los que ambos podrán desplazarse para progresar. Los israelíes por un territorio tan vasto que al lado de Israel es un grano montículo de arena en el Sahara. Y aquí todo pacto para poder beneficiarse con la oposición para sacar adelante la parálisis económica que vivimos es un delito, una grieta.

Es que no se piensa en el progreso si no el retroceso en el que no crecen los helechos porque fomentan el barro que no está iluminado porque se robaron hasta la electricidad o los cables. El maltrato a la población en sus narices se suma a la falta de futuro y de trabajo.

Señores del gobierno oficial y de la provincia, dejen de fomentar la toma de terrenos y denle pequeñas parcelas de terrenos fiscales con materiales para construir sus casas con obligación de trabajar la tierra, enviar a sus hijos a una escuela de campo, como hicieron los inmigrantes sin idioma y sin ser labriegos. No digo que planten helechos para que Máximo y Cristina estén contentos, pero los verán iluminarse con la luz del sol y la luna de la tierra pródiga argentina. No serán los paraísos de Abu Dabi pero estarán más cerca del paraíso que del infierno en el que viven por culpa de los que se quedaron con su futuro. Si los Emiratos Árabes se hicieron socios de un país que ha sido el milagro del Siglo XX, cómo no lo va a poder ser la Argentina con sus climas y territorio que es una cantera de riquezas para dar de comer y vivir. Lo que pasa es que ser socios con quienes se consideran enemigos, es de una estrechez mental a nivel de la estupidez humana. Será bueno que para Máximo y para Cristina que algunos planten helechos y otros los iluminen. Pero también el Presidente Fernández, que ahora odia a los que tienen, creyendo que todos roban y viven en la opulencia, o son malos porque salen a defender la democracia, sea el que en vez de echar culpas tienda un mano y no siempre tire piedras a los que consiguen un bienestar.

No hay que prometer un lecho de rosas, pero sí de helechos en los lechos de los argentinos, e iluminados por la aureola de la cordura y no de la locura.

INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora 

Seguir leyendo