Santo en la Web y en la Red

21 de noviembre, 2024

MARTHA WOLFF. Las mujeres no quieren que nadie les corte las alas.

En el Día Internacional de la “Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, se recrea el erróneo acople milenario sobre su degradación, que comprende dos áreas: una es a la que la sometió el hombre, y la otra a la que se sometió ella misma. El poder que desde lo religioso le dio al hombre su característica de dominador, y el privilegio de la maternidad a la mujer, marcó el calendario de horas, días, semanas, meses, años y siglos de acumulación de propietario y propiedad y la del abastecedor y la abastecida.

Indudablemente el modelo se fue perfeccionando en el hombre para ser cada vez más autoritario tanto directamente como sutilmente, por haber sufrido el tener que imitar a otros hombres, a los que tuvo que obedecer y a lo que la sociedad le fue exigiendo. En cambio, en la mujer el modelo fue el de ir liberándose de a poco de lo que fue acumulando de experiencias con la convivencia. Y fue ella la que empezó a decir basta de ser un objeto y no sujeto de sí misma. El sólo hecho de haber nacido mujer, siempre abrazó con cariño desde su relación con el hombre, la casa, los hijos y todo en general, con ese decreto de que ella debía estar en la casa y él en la calle. Mientras el hombre se fue armando su programación con compartimentos estancos, entre lo que representa su mujer, su hogar y su trabajo más el deporte y la vida social.

Desde los movimientos feministas que fueron surgiendo, las mujeres tiraron abajo esos tabiques y salieron a reclamar sus derechos igualitarios con el hombre. Por ese miedo la paridad fue aumentado día a día y como consecuencia, la agresión hacia ellas, porque por la herencia eso no encaja en el esquema de lo que es una pareja o una familia.

 Al borrar el diseño que la historia, de qué es un hombre y de lo que debe ser una mujer, ellas devolvieron la costilla de Adán por considerarse un esqueleto paralelo. Basta de hombres que esculpieron a su medida mujeres ideales, ahora son de carne y hueso y reales. Y siempre pensé como periodista que, si pudiera hacerles reportajes a las difuntas, seguro que la mayoría me hablaría de sus dramas o pasiones de amor, esa poesía de encuentro entre un hombre y una mujer, que debería sumar y no restar. Las mujeres no son Venus de Milos mancas, y han salido a la calle a gritar que una mujer puede estar sola sin tener soledad, que puede ser digna sin un hombre, que no quieren ser esclavas por dinero y que no quieren ser propiedad privada de nadie y no quieren que nadie les corte las alas.

INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora

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