Pasó el Día del Padre, de ese padre que fue la primera figura masculina con la que compartimos lo cotidiano hasta partir los hijos hacia nuestras vidas propias. Ese padre que de joven fuerte, vital, trabajador, compañero y consultor un día pasó a ser un adulto mayor con vida más restringida pero no por eso menos digna.
Todos los recordamos partiendo hacia sus trabajos y regresando cansados y alrededor de la mesa para contarnos cada uno a su manera sus cosas. Los dimensionamos como gigantes siempre para contenernos, para aconsejarnos, para retarnos o para elogiarnos.
En la dimensión del tiempo ese reloj que no se detiene en este día fue un volver a verlo en sus roles, en sus edades, en sus gustos y en los cambios. Los recordamos cuando todo lo podían y cuando empezaron a flaquear, pero nunca imaginamos que nunca más los íbamos a ver.
Tanto hombres como mujeres hoy nos dedicamos a cazar imágenes de situaciones inolvidables. De aquellas de los paseos, del colegio, de los veraneos, de las enfermedades, de los regalos, de las sorpresas, de las graduaciones, de los casamientos y de hacerlo abuelo.
De entender en la dimensión de la adultez como hijos de sus sufrimientos cuando no todo iba para su familia como él quería, de sus opiniones políticas, de sus miedos, de sus fracasos de sus éxitos y de su ocultamiento para parecer siempre un titán.
De haber tenido un padre cuando él quedó huérfano de los suyos y ser nosotros su continuidad y de cuando se atrevió con miedo a tomarnos en sus brazos cuando nacimos para decirnos con un beso que éramos sus hijos.
En el día que pasó el cielo se plagó de miradas y sentimientos en sus memorias de hombres queridos y los abrazos de los que están. Esos soldados que nos custodian porque siempre a pesar de la adultez somos sus pequeños grandes atados invisiblemente a su amor indeclinable.
Al terminar estas 24 hs. de un peregrinaje de melancolía, de diálogos mudos, de lágrimas escondidas, de sonrisas francas, de felicidad para los presentes y los ausentes es haber rendido un homenaje a los hombres que se atrevieron a la paternidad como una aventura maravillosa de amor.
Hasta el próximo Día del Padre los hijos juntaremos emociones para expresar lo que tal a diario sea tan difícil pero por eso no menos sentido hacia ellos. Porque en cada mano y en cada espejo va la mano invisible de su caricia y en el espejo la repetición de ellos en nosotros.
INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora