Santo en la Web y en la Red

21 de noviembre, 2024

Martha Wolff. Los inmigrantes ucranianos también hicieron la Argentina.

Si  hay algo que agradezco a mi profesión de periodista es esa mezcla de intuición y misterio que se produce cuando se hace una investigación. En mi caso generalmente relacionado con la inmigración, tema apasionante y de enriquecimiento político, social, económico y religioso de testimonios o de lo que se va presentando en la búsqueda de historias.

Hoy ante la invasión de Rusia a Ucrania el mundo está informado de lo que antes ignoraba sobre ese país, pero en mi caso, más conocido por las persecuciones que sufrieron  los judíos en esa tierra de invasiones y conquistas.

Cuando estaba escribiendo mi libro “Todos juntos se escribe separado” cuyo tema es la discriminación hice un capítulo sobre Holodomor, la hambruna que padeció ese pueblo por orden de Stalin al no querer entregar sus propiedades a las colectivas que exigía el régimen comunista. Un holocausto más del siglo XX que actualmente es más conocido.

Entre mis amigos, uno de ellos arquitecto e investigador Pablo Grigera, quien desgraciadamente falleció hace poco, católico, casado también con una arquitecta de origen ucraniano, estaba dedicado a la historia de los judíos perseguidos de Europa Oriental, que llegaron a la Argentina a fines del siglo XIX y llevados a  Mar del Sur, cerca de Miramar, a un hotel que guarda esa memoria entre sus paredes, que luego fueron ubicados en Entre Ríos en las colonias que al llegar no estaban todavía preparadas. A él lo conocí por Internet al buscar información sobre esa oleada de refugiados cuando estaba armando mi documental sobre los inmigrantes judíos que llegaron y se hicieron gauchos judíos. De inmediato nació una amistad por empatía temática y personal. Y fue también con su esposa, Silvina que se produjo un acercamiento cuando al contarle que había conocido Prosvita, la Asociación de los Ucraninos y su museo y ella me habló de sus abuelos ucranianos llegados en la década del 40  a Punta Indio y en el año 36 a la Argentina.  De su abuela relató que antes de fallecer ella quiso que se hicieran  donaciones de sus libros, cuadros, imágenes religiosas bordadas, toallas y almohadones a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana y la Sociedad Ucraniana Renacimiento. La mano del destino, coincidentemente, me acercó a documentación sobre su familia que ya figuraba entre mis datos.

Y la trama de la fe siguió el camino de la revelación de la historia de esta comunidad en Argentina cuando recibí de esa nieta una publicación del diario El Colono de Verónica del 2007, Punta Indio,  donde por iniciativa de su nieto  le propuso hacer  una página web  sobre ella, Anastasia Lebied Pomazanski , casada con Pedro Pomazanski.

Hace unos días Silvina me envió el artículo y  la foto de la imagen de la Virgen María, que su abuela le había traído de Ucrania cuando pudo volver en el 91 al caer el Muro de Berlín, que está en el Monasterio San Jorge de la ciudad de Lviv. La encontró entre las pertenencias de su esposo justo el día 24de febrero cuando había decidido con sus hijas donar sus pertenencias para los damnificados de Corrientes, otro drama que difiere del ucraniano porque es por una catástrofe de la naturaleza y no por la guerra, aunque se sospecha que haya podido haber sido pro la dañina mano del hombre.  Apareció esa virgen que al venir de Lviv tan nombrada en este momento, por ser una de las ciudades más pobladas de Ucrania de la provincia de Leópolis, y tal vez nombrada capital si cae Kiev en manos de los rusos, fue como un volver a manos de esa patria para rezar por la paz, los padecimientos de la población y los muertos.

Esta crónica es un aporte más al periodismo que se ocupa de homenajear a esos inmigrantes que hicieron  también la Argentina.

INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora

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