Vivimos en un mundo en el que todos somos rehenes del terrorismo. La planificación de seguridad significa grandes presupuestos humanos y de material defensivo. Hay custodias por doquier y de personalidades y personas consideradas en peligro. La logística apunta a un encuadre de alta tecnología de especalistas en seguridad. Todo está vigilado por cámaras que registran lo que va sucediendo o sucede en todas partes. Esos ojos electrónicos miran, graban y guardan lo que va pasando. También los celulares tienen un sistema que sigue como los drones los movimientos de personas, y en la guerra y el espionaje más de enemigos para seguirlos, capturarlos o eliminarlos.
Ante el noveno año del asesinato de Nisman las investigaciones demostraron cómo sus medios de comunicación y sus archivos fueron destruidos como la ausencia de policías para su protección y cuidado y la falta de lo que hacía falta para cuidarlo. Los autores indudablemente eran expertos espías de sus movimientos y vida privada. La pública está filmada es sus denuncias sobre investigaciones y probaciones sobre Irán en ese atentado. Esas filmaciones en archivos de las transmisiones de distintos canales son un testimonio de quien fue un hombre valiente ante los secuaces para terminar con el enemigo de la verdad. Pero un abogado peligroso dejado solo no fue registrado. Nisman fue invadido por sus homicidas quienes violentaron su puerta, su laptop, violaron su intimidad y eliminado en un baño dejando un cuadro dantesco. Nisman iba a denunciar una comprometida acusación contra el gobierno argentino encubridor de sus intereses políticos ideológicos y no pudo ser registrada porque lo mataron. Solo los asesinos recuerdan la escena y a 9 años de su muerte somos rehenes de la falta de Justicia.
Cuando se dice Nisman se dice terrorismo individual y cuando se dice Embajada de Israel y Amia se dice terrorismo colectivo que suman a todos los muertos por el extremismo islámico que maneja a sus máximos perpetradores en autores de crueldad. Este accionar de inseguridad a pesar de la seguridad que se despliega somete al mundo en rehenes ante la misión en sus vidas para convertirse en mártires. Pero mártires son los expuestos a tanta locura de obediencia religiosa para purificar a la humanidad de infieles.
Nisman y la estadística antes y después de su exterminio habla de hombres que han retrocedido en la historia con hachas y cuchillos junto a armas para saciar su odio. A Nisman los valientes lo dejaron en ropa interior y la escena del crimen con su sangre. No dejaron tarjeta de presentación porque no tienen rostro. Viven en libertad mientras todos somos prisioneros del terrorismo.
INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora