Santo en la Web y en la Red

26 de julio, 2024

Martha Wolff. ¿Sillas vacías de rehenes o muertos?

                                                    

 Los judíos celebran el Shabat, día de descanso, desde la puesta del sol del viernes con la puesta de sol hasta que termina al anochecer del sábado. Y este 20 de octubre fue el segundo desde que el terrorismo sufrido en Israel e sin los seres queridos asesinados o todavía rehenes. Para entender la dimensión de lo que significa estuvo sin poder compartir algo tan tradicional como es la cena sabática en familia. Es necesario explicar que se prepara la cena con dedicación, las mujeres encienden las velas, los hombres agradecen a Dios por el pan y el vino y las bendiciones de estar juntos. Así en Israel, el día de la matanza holocaústica, no pudo tener Shabat porque asesinos celebraban la muerte, el asesinato, la violación, la descuartización, degollación, quemamientos, vejaciones, toma de rehenes y destrucción de habitantes del sur de Israel y de los asistentes a un festival por la Paz. No importó la edad, porque todos fueron considerados enemigos. Los niños para que no crezcan, las mujeres para que no gocen como tales, ni sean madres, los hombres para burlarse de haber estado desarmados en el país del Mossad, los viejos porque no sirven para nada y todo ser viviente ajeno a su locura pasado por las armas, el fuego, los cuchillos, las hogueras al estilo inquisitorial.

El encuentro masivo no fue  en un local sino a pleno cielo del desierto en la que la música a todo volumen se vio invadida por terroristas armados ante  civiles desarmados. No fue un ejército contra otro, fue un comando doblemente drogado por un imán que en nombre de Alá los alistó a matar judíos, y por el otro, por anfetaminas desatando la inhibición y sed de sangre. El  resto y por cautela, hasta hoy, todavía no se ha mostrado lo inimaginable de la brutalidad humana. Y vuelvo al Shabat que la diáspora judía tanto creyentes como laicos disfrutan del encuentro alrededor de la mesa  recreando la mente y el corazón por el descanso y compartir el tiempo libre para recomenzar el domingo la rutina laboral. Rutina que los musulmanes celebran el viernes como el domingo lo es para los cristianos.

Y vuelvo a las sillas vacías que a partir del 7 de octubre están solo con los espectros de los que mataron o están raptados. Sillas vacías como los zapatos de los gaseados en las cámaras de Auschwitz que como una montaña golpean un vidrio como queriendo salir para salvarse. Esos zapatos que ya nunca caminaron porque los nazis los convirtieron en cenizas. Zapatos con nombre y apellido de  los que decidieron que no iban a vivir como las sillas vacías que los terroristas decidieron que no iban a celebrar nunca más nada. Sillas que guardan el tiempo compartido por los principios básicos de toda cultura y religión como acto de fe.  Sillas vacías, 200, en una mesa puesta frente al Museo de Arte de Tel Aviv como si fuera un Shabat y que solo la sacarán cuando aparezcan o se sepa el destino corrido por los 200 rehenes que están en Gaza.

Escribo esto con un dolor de historia personal como la de mis hermanos judíos, a los que como pintó la artista plástica Mirta Kupferminc, hija de sobrevivientes del Holocausto, con los números grabados en sus brazos que la acunaron, nuestros antepasados caminan sobre nuestra piel. Volvió esa pesadilla de confesiones padecidas por abuelos y padres y de la genealogía que sufrieron el antisemitismo, las huidas, las pérdidas, la orfandad familiar, el volver a empezar, las adaptaciones, los nuevos idiomas, las nuevas costumbres y la continuidad con hijos para honrar la vida.

¡El mundo está en peligro!

INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora

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