Adoraba a los autos pero decía que jamás se subiría a uno de Fórmula Uno porque con la cantidad de monóxido de carbono que emiten se mueren todos los pájaros en diez kilómetros a la redonda. Eso es Luis Alberto Spinetta. Dentro del rock representó su lado más sensible, más soñador y más inteligente. Fue un hombre elevado que no se privó de placeres mundanos y jamás se convirtió en rector de la moral ajena. Tenía la propia y la expresaba en voz alta y la practicaba en su vida diaria. No siempre era lo que muchas almas bellas pretenden escuchar o saber. Spinetta fue la libertad hecha persona, la libertad del cambio, la libertad del no quedar sujeto en la trama de los arquetipos, la libertad de hacer el bien porque le place, no porque le conviniera o hubiera un sentido del deber. Y sobre todo la libertad de ser él mismo, sin respetar dogmas rockeros, políticos o sociales.
Spinetta forma parte de una Argentina que fue. Una Argentina más gentil, más ilustrada, más trabajadora, más tolerante y también más igualitaria. Fue un producto de ese país que hoy se nos torna casi imaginario. Y aun dentro de ese país fue combatido, fue discutido y criticado aun por aquellos que lo lloraron en la hora de su muerte. Fue una supernova dentro de un firmamento de soles opacos. Y continúa alumbrándonos.
Quizás haya sido el continuador que el tango siempre esperó después de Piazzolla y nadie se percató de que en muchas de sus páginas, la canción ciudadana encontró nuevos latidos, tonalidades inéditas, frescos amaneceres en la avenida partida por un rayo. La obra de Spinetta siempre evolucionó aun cuando el público no pudiera seguir esa evolución. Fue un rockero con todas las letras, pero un rockero que no se reprimía de tomar del tango, del jazz, del folklore o la música negra, y combinar todo eso en una canción original que no podría haber brotado de otra pluma que no fuera la suya.
Spinetta es hoy un estilo. Un maestro que continúa enseñando desde el cosmos. Si el rock tuvo alguna vez una superioridad fue la de poder ser una música que dejara algo más que adrenalina, fiereza o excitación superficial. O que a esos atributos, nada desdeñables, le sumara la capacidad de explicar algo: de educar. De elevarse sobre la mediocridad y ofrecer algo mejor o distinto. Una educación sensible para las almas aun desde la simpleza más básica. Argentina, aun disminuida, sigue teniendo un rock que en su tiempo fue una verdadera vanguardia, con la osadía de hacerlo sonar bien en castellano contra viento y marea. Eso nos distingue frente al mundo de habla hispana, que reconoce que el rock en castellano se inventó en nuestro país. Y dentro de esas plumas, la de Spinetta fue siempre la de mejor caligrafía.
