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12 de febrero, 2025

BETINA KRAUS. Feudalismo y autoritarismo.

Betina Kraus

Históricamente se les daba a los señores feudales la potestad de mantener relaciones sexuales con cualquier doncella, sierva de su feudo. Ese derecho tuvo vigencia en la Edad Media en Europa occidental aunque también fue de uso y costumbres en otras partes del Mundo. La acepción estricta de “derecho de pernada” (derecho de la primera noche que ejercía el señor feudal sobre la sierva) aunque también se extendía al “abuso de la autoridad”.

En Sudamérica la expresión “derecho de pernada” se refiere a diversas prácticas históricas de abuso y servidumbre sexual, ejercidas por una autoridad como ser el hacendado, jefe político o empleador tomando provecho de las mujeres en condición de dependencia u obediencia. Son prácticas históricas y en la Argentina tuvimos varios ejemplos como Juan Manuel de Rosas, Julio Argentino Roca y otros.

Muchos recordamos la historia de María Soledad Morales brutalmente asesinada en la feudal Catamarca el 10 de septiembre de 1990. El caso de Soledad dio vuelta el país por su macabra crueldad. Su cuerpo violado, quemado con cigarrillos, sin orejas y un ojo, la mandíbula fracturada, aplastado su cráneo, sin cuero cabelludo, y arrancado de cuajo. En la autopsia probó que la muerte se debió a un paro cardíaco causado por una sobredosis de cocaína. María Soledad era de Valle Viejo, Catamarca, una de las provincias feudales del NOA. Los poderosos niños feudales que cometieron este hecho atroz fueron Guillermo Luque, hijo del diputado nacional Ángel Luque, Pablo y Diego Jalil, sobrinos del intendente José Jali, y Luis Tula, novio de la víctima. En ese momento regía el feudo de los Saadi en Catamarca.

El viernes 22 nos anoticiamos de la denuncia por medio de una carta de la sobrina segunda del senador José Alperovich por abusos sexuales reiterados. La carta decía:

“No escribo para convencer a nadie de nada. Estoy aquí contra la opresión del silencio y por la necesidad de recuperar mi vida, de sanar llamando a las cosas como son, sin suavizarlas ni teñirlas, poniéndole al monstruo nombre y apellido. Cuando no le ponés nombre, no existe. El mío se llama José Jorge Alperovich, mi tío segundo y jefe, por quien fui violentada sexual, física y psicológicamente desde diciembre del 2017 hasta mayo de 2019. Durante un año y medio sufrí violaciones a mi integridad física y sexual. El avasallamiento fue demoledor. Tanto que ni siquiera pude ponerlo en palabras. Él oscilaba libre y cómodamente en los tres escenarios ante los que me posicionaba: el familiar, el laboral y el del horror de la intimidad que me forzaba a vivir con él”.

El senador negó “enfáticamente” los términos de la presentación, reveló la identidad de la víctima y afirmó que cuenta “con numerosas pruebas y testigos que demuestran” su “inocencia y la verdad”.

Está en manos de la Justicia y esperemos que se sepa la verdad para la sobrina a la que ni siquiera se respetó resguardar su identidad y para la sociedad toda que ya está cansada de los abusos de los llamados “poderosos” que no han sabido evolucionar y aprender que el despotismo, feudalismo y autoritarismo son desneables.

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