Esto lo escribí unos días después de la muerte.
Un inoportuno trascendido dio cuenta de problemas en el cuerpo de la víctima señalando que se había detectado “hepatitis importante, líquido en cavidad abdominal y alrededor del hígado y derrame en el tórax. Principio de hipertensión portal e ictericia”.
Llego al Sanatorio de la Trinidad con “fuerte dolor abdominal y en la cintura, que venía arrastrando desde hacía 3 semanas y por los que había sido tratada en forma ambulatoria por otros profesionales. Se trataba de un cuadro complejo”.
Su muerte se produce por una práctica médica. La autopsia determinara la incidencia en el óbito que pudo tener cualquiera de esas patologías o todas sumadas.
Será difícil justificar que el final de su vida se debió a lo diagnosticado.
¿La “complejidad” invocada contraindicaba un estudio endoscópico o era de vital importancia realizarlo?
Si algún profesional médico hubiese estimado que el procedimiento conllevaba peligro para su integridad o que era innecesario, no lo hubiese autorizado.
Fue correcto, es lo que había que hacer.
Desde el punto de vista comunicacional se trata de una actitud miserable, alejada de un intento de esclarecer lo que sucedió.
Todas las fuentes consultadas afirman que no es nada frecuente una muerte con estas características. La misma literatura médica lo confirma.
Hay miles de gastroenterólogos que jamás vivieron o conocieron un deceso en esta circunstancia. La casuística internacional es otro argumento irrebatible.
Pero el tema no se agota en la endoscopia. Hay más.
Los peritos forenses nos van a aclarar que paso. Si hubo, o no, perforación de esófago y estómago, y si esto pudo ser determinante en la muerte de la señora Debora Perez Volpin.
También hay un capitulo, no menor, de como se pudo haber superado la crisis en el quirófano.
Prestigio “legítimamente obtenido” tienen los emergentólogos del Sanatorio La Trinidad. Son considerados “muy capacitados y de sólida formación”. Ellos darán testimonio del cuadro con el que se encontraron cuando fueron convocados a la urgencia. Tampoco es un dato menor.
Se explica que se hicieron maniobras de reanimación. Ventilación con bolsa y masaje cardíaco, que habría quebrado el hueso esternón.
Antes de que llegaran estos médicos, ¿qué pasó?
Cuando la saturación del oxígeno fue alarmante, ¿qué se hizo? ¿qué no se hizo?
En este ítem el informe de la autopsia puede producir un sacudón fuerte.
¿Cómo se debe actuar ante la presencia de un taponamiento cardíaco por acumulación de aire en cavidad torácica?
“Se mete aguja”, dice la jerga médica.
“Se pincha debajo de la clavícula” para evacuar el aire que comprime órganos vitales.
Ningún estudiante de Medicina puede aspirar a recibir el título si no lo sabe.
Por eso la pregunta ¿se metió la aguja?
Tienen razón los que nos aclaran. “Puede haber muerte sin delito.”
Decir la verdad, tampoco es un delito.
Santo.
Y esto lo escribí en el día de hoy.
Un año después todavía no hay fecha para el juicio que deben enfrentar los responsables de su muerte.
Doce meses terribles para su familia, para Marcelo y para Enrique. En un proceso tortuoso donde tuvieron y tienen que soportar actitudes vergonzantes de parte de la justicia y de los responsables de la mala praxis que provocó el deceso.
No quieren venganza, piden JUSTICIA.
El mejor homenaje que se me ocurre es no dejar de pelear nunca en la búsqueda de la verdad.
Ojalá fuese posible que algunos de ustedes acompañen. Que algunas de ustedes, les den hoy un beso más a sus hijos por esta mamá que no puede besar a los suyos, o algunos de ustedes den un beso más a su madre, por la hija que no puede besar a su mamá y a los que se aman, un beso más, como el que debiera recibir Enrique de ese ser de luz que sigue siendo Débora.
Aunque sea solo por HOY, si puede, hágalo, para que juntos rindamos homenaje a Débora Perez Volpin.
Santo.