“The social dilema” es su título original, de nacionalidad estadounidense y género documental y drama, ya que el hilo conductor son testimonios como en un documental tradicional y a su vez vemos el “drama” de una familia invadida por las redes sociales. Se estrenó en febrero del 2020 pero recién en septiembre fue subida a la plataforma Netflix donde ese mes fue el número uno en visualizaciones.
La temática desarrollada es la adicción que generan las redes y sus impactos negativos en personas y comunidades. Las redes que se juzgan por su nivel de manipulación son FACEBOOK, INSTAGRAM, GOOGLE, APPLE, PINTEREST, GOOGLE DRIVE, GMAIL CHAT, SNAPCHAT, UBER y otras. Hablan altos ex directivos de estas compañías blanqueando data que ya sabíamos, pero poniéndola al desnudo. Como se manipulan emociones y comportamientos para mantener a los usuarios constantemente conectados mediante recomendaciones automáticas, notificaciones, publicaciones sugeridas. Somos invadidos llamadores en nuestros celulares y computadoras. Las audiencias se segmentan al milímetro para alcanzar los objetivos. Se recopilan datos como ser hábitos de consumo, gustos, localizaciones, nivel de gasto, contactos y toda información que se pueda extraer. Los datos recopilados se traducen en algoritmos que a su vez se alojan en servidores enormes. Hay una imagen de la central de google y las toneladas de servidores y cables parecidas a una ciudad robótica. Ahí se guardan los datos de individuos y empresas de miles de millones de usuarios. Esa información a su vez tiene una alta demanda de empresas, universidades, políticos y gobiernos que la utilizan para sus fines publicitarios, propagandísticos, políticos ya que tienen la clave como llegar a los usuarios y como influirlos para lograr sus objetivos. Es una radiografía exacta de lo que necesitan para lograr sus metas.
Tristan Harris, ex diseñador científico de Google, nos cuenta que 50 diseñadores llegan a 50 billones de personas. Es fuerte. Hay testimonios como por ejemplo de: Justin Rosenstein, co creador del botón “me Gusta” de Facebook; Shoshana Zuboff, profesora de la Universidad de Harvard; Tim Kendall, presidente de Pinterest y ex de Facebook; Anna Lembke, director de programa de la Sociedad Médica de Adicciones de la Universidad de Stanford; Jaron Lanier, el pionero de realidad virtual; y otros.
Shoshana Zuboff en su libro “The Age of Surveillance Capitalism”, “La era del capitalismo de la vigilancia” en español, tiene como eje principal la predicción de comportamientos. Esa afirmación sintetiza un cambio que se generó hace 20 años en las oficinas de Google, cuando la tecnológica buscaba un modelo económico rentable para hacer crecer su negocio sin tener que vender los resultados de búsqueda. Lo logró gracias a una fórmula que cambiaría para siempre “el negocio” y que permitiría, por primera vez en la historia, predecir (y modificar) el comportamiento del consumidor a través de un algoritmo de “caja negra” (una suerte de maquinaria “invisible”). El negocio es vender “certezas” y para ello tenés que tener “grandes predicciones”. La gran predicción es que se necesita mucha “data” y lograr que las publicidades sean lo más exitosas posibles. Explica que es un mercado que nunca existió antes “Human Futures”, y lograron que las empresas de internet sean las más ricas en la historia de la humanidad. Todo lo que hacemos es registrado. Saben cuándo están solos, deprimidos, cuanto tiempo están en redes. La máquina no tiene supervisión humana y las predicciones son cada vez más certeras. “Se construyen modelos que predicen nuestras acciones”. La gente joven cada vez más depende y se contacta a través de redes sociales. Es una generación que carece de “comunicación” y de “cultura”. Concluye con la frase: “Eso es manipulación”.
Otro de los testimonios. “Los magos fueron los primeros en entender cómo funcionan nuestras cabezas. Cuando estudiamos tecnología, estudiamos todo referente a la psicología de la persuasión y como traspasarlo a la tecnología”. La finalidad es hacer “la tecnología más persuasiva” con el fin de modificar comportamientos. Entrar al inconsciente de la gente para poder programar en un nivel más profundo.
Otra frase fuerte: “Todos somos ratones de laboratorio”. A través de Facebook se buscó que más gente vote en las elecciones de medio término y se logró.
“Social media is a drug”. Las redes sociales son una droga. Jonathan Haidt, psicólogo social de la Universidad de Nueva York, cuenta a la audiencia el número creciente de adolescentes que se lastiman y terminan hospitalizados apuntando directamente a las redes sociales. Desde el año 2010/11 creció un 62 % la tasa de intentos de suicidios. Apunta directamente a la responsabilidad de las redes sociales. Desde el año 2010/11 la tasa ha aumentado un 70% en las adolescentes de 15 a 19 años y un 151% en los preadolescentes de 10 a 14 años.
La generación Z a partir del año 1996 es la primera generación que tuvieron “redes sociales” en el secundario. Influyo negativamente con consecuencias como angustia, fragilidad y depresión.
Estas charlas se mezclan con la historia paralela de una familia tipo, de padres con 3 hijos, 2 adolescentes mujer y varón, y una niña pre adolescente. La hermana mayor antes de una cena familiar, cuenta que está viendo un video basado en el libro: “Diez razones para eliminar tus redes sociales de inmediato” de Jaron Lanier. Pone en palabras frases como: “Si no estás pagando por un producto, vos sos el producto”. “Están compitiendo por vuestra atención”. “Cuánto de tus vidas y tus tiempos le das a las redes sociales”. Esta hija trae el tema de conversación de dejar de usar el celular en la cena y no depender del mismo. Consecuentemente la madre se entusiasma y hace que todos los integrantes de la familia pongan su celular en un jarrón. Se percibe el esfuerzo que hace esta mamá para que la conversación en la cena tenga un hilo conductor y que distraiga del uso del celular. Se nota la incomodidad especialmente del adolescente mayor y de la niña de estar sin el mismo con síntomas totalmente adictivos. La niña se levanta intempestivamente de la mesa, toma el celular y se va a su cuarto. Comienza a sacarse fotos y subirlas a las redes y un compañero se burla de sus orejas. Ensaya peinados tapándoselas y termina mirándose al espejo desconsoladamente y llorando. Mientras tanto Ben, el adolescente varón, tiene un accidente con su celular y se rompe el vidrio protector. La madre entonces lo seduce con la idea de dejar su celular una semana en el jarrón y ella se hace cargo de un vidrio nuevo. Cierran el pacto. Ahí vemos un reloj que cuenta horas y segundos y los síntomas de abstinencia del chico no sabiendo que hacer con su tiempo. Piensa en la chica que le gusta y que estará haciendo ya que no puede seguirla por las redes. A su vez se visualiza a 3 hombres idénticos, que serían el cerebro de las redes, trazando planes maquiavélicos para seducir a Ben, la víctima, a romper el pacto con su madre y volver a la “normal dependencia” del celular. Finalmente lo consiguen y se jactan de su triunfo, las redes vencen al individuo. Ben, una vez en posesión del celular, se vio inmerso en un bombardeo de información para compensar lo perdido cual persona droga dependiente.
También hay opiniones críticas al documental-drama que estamos tratando. Una de ellas es de la Dra. Adriana Amado, docente, investigadora y analista de medios. En una entrevista del “Primer café”, podcast de La Nación, la describe como un docu-drama, una película propagandística. La encuadrada inmediatamente como fake news, al mezclar partes ficcionales con partes semi-documentales. Según su criterio a la película es un poco engañosa. Por un lado, están los testimonios que le dan credibilidad, pero cuestiona que, si la película se llama “Dilema”, deberían estar presentadas las dos posiciones de esta problemática, sino no es un dilema. Se presenta una sola, recién al final hay una frase que dice, “Podemos presentar a las redes sociales como un avance tecnológico”.
Los extremos nunca son buenos, las dependencias tampoco. Las redes sociales y las comunicaciones tecnológicas son un gran avance en la sociedad. ¿Cómo podemos evaluar el límite de hasta donde permitimos que nos invadan nuestra privacidad? ¿Tenemos la información para resguardarnos de tal invasión? ¿Contabilizamos el tiempo que estamos utilizando las redes? ¿Cuánto tiempo de estar con ellas es laboral y cuanto personal? ¿Tenemos la medida de cómo influye en la concentración y sociabilización de nuestros hijos? ¿Cómo marcar los límites de horarios a los chicos más con esta pandemia que los celulares son el medio fundamental de comunicación con el exterior y con la escuela? ¿Qué pasará cuando la pandemia pase con este aislamiento y empoderamiento de las redes sobre nosotros? Porque todo tiene su fin, eso es lo único que sabemos. No sabemos cuándo, pero si sabemos que vamos a volver a vivir nuestra normalidad. Por eso cuidémonos y no perdamos el criterio.
Escrita por: Betina Kraus