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El príncipe Andrés y Sarah Ferguson hace 27 años que se divorciaron, se mantienen fieles al voto de ‘juntos en la prosperidad y la adversidad’.
Comparten la misma casa, el Royal Lodge, en Windsor Great Park, la antigua residencia de la reina madre, que tiene diez habitaciones.
Ahora, este armonioso acuerdo entre la pareja, que se casó en 1986, podría estar en peligro. La razón, la reordenación de las residencias reales que Carlos III quiere llevar a cabo tras la coronación.
Ella mostró confianza absoluta en el padre de sus dos hijas, Beatriz y Eugenia, cuando salió a la luz su relación con el pedófilo Jeffrey Epstein y fue demandado por agresión sexual a una menor.
El duque de York siempre lo negó, y su ex opinó que había sido víctima de una “percepción errónea”.
“Le apoyo al 100 por ciento”, declaró en la televisión italiana.
Es habitual verlos juntos de vacaciones con sus hijas y nietos, y las especulaciones sobre su relación no cesan, ya que ni uno ni otro han rehecho sus vidas por separado.
En una entrevista que realizó para el canal ITV, Sarah Ferguson reaccionó así cuando le preguntaron si no se habían planteado darse una segunda oportunidad: “Oh, Dios mío. Ustedes son como los personajes de un cuento de hadas y tienen sus varitas mágicas. Andrés y yo nos mantenemos firmes, en el pasado hemos sido padres compartidos y seguimos siéndolo”.
Su relación podría estar basada en la amistad y el respeto, algo de lo que Sarah se siente orgullosa: “Estamos divorciados, pero no de forma física. Somos padres que se apoyan mutuamente y creemos que la familia lo es todo. Estoy contenta con el trabajo que hemos hecho juntos para criar a nuestras hijas y mantener una unidad familiar sólida. Nuestros lemas son comunicación, compromiso y compasión”.
Un extrabajador de Royal Lodge reveló al ‘Daily Mail’ que Sarah es la única que “comprende la situación de soledad de Andrés”.
El duque no recibe apenas visitas y su único contacto con el exterior son “ella y los abogados que se ocupan de los procedimientos en EEUU”.
Otra de las razones aludidas por Sarah para mantener este apoyo emocional es la promesa que le hizo a Isabel II: “Veía cómo su pobre hijo estaba pasando por un momento tan tumultuoso y se sintió muy aliviada de que pudiera ayudarla con él”.
Fue la mala relación de la exduquesa con el príncipe Felipe de Edimburgo. Según ‘Daily Mail’, este se negaba a compartir el mismo lugar con ella, pero no actuaba igual su exsuegra, que ordenó, tras su muerte, que Andres y Sarah se encargaran de los cuidados de sus dos corgis favoritos, Sandy y Muick.
TRIBUNA ABIERTA