Santo en la Web y en la Red

28 de marzo, 2024

MARTHA WOLFF. Adán y Eva y el sexo virtual.

La verdad verdadera es que ya me ha tocado vivir cambios políticos y religiosos, pero nunca había escuchado esta proclama pública de parte del gobierno y la entidad nacional de salud para mantener sexualmente satisfechos a los ciudadanos Mejor dicho para mantenerlos controlados. Algo inédito en materia de relaciones carnales al aconsejar por los medios de difusión a tener sexo virtual y de ese modo bajar la dosis de agresión que conlleva la abstención a causa del coronavirus y el aislamiento. Coartada la libertad del encuentro y de las citas para satisfacer el placer entre los que se aman, gustan y disfrutan del sexo, ahora con eso de “quédate en casa” y “cada uno en la suya”, ha cambiado el humor de la Humanidad. El poder del sexo y el prohibido hacer el amor a corta distancia puso en peligro a la sociedad. Claro que siempre hubo recursos para satisfacer los deseos sexuales que son tan necesarios como comer y respirar.

Esta propuesta de compartir pantalla con quien es tú pareja o amigo en el goce sexual, para compartir un rato necesidades y distracción como terapia, fue un alivio para la salud de la población. Y así como ciudadanos que votan a y pagan impuestos, no iban a deja de cumplir con la Patria. Al fin llegó otro modo de aferrarse a la vida, ya que todos son candidatos en cualquier momento a irse de este mundo por un virus. De repente se habló de otro tema que el de la pandemia para sobrevivir. Se rieron los que ya lo practicaban y los que no que empezaron a investigar de qué se trataba entre ellos, la gente mayor, los reprimidos, los puritanos, los observantes y los que nunca se atrevieron a nada. Hay que boicotear a la soledad.

La cuestión es entrar en el cambio y no que le pase lo que a Eva con Adán cuando decidieron obedecer. Como periodista recibí esta carta del Jardín del Edén:

Recuerdo que estando en el Paraíso, Dios me dijo que no era bueno que la mujer estuviera sola. Yo era perfecta, una belleza, sin maquillaje, sin arrugas, sin rollos, sin panza, una escultura. Pechos abundantes en su lugar de nacimiento y el traste más parado que huelga por 24 horas. Cuando mordí la manzana, porque siempre estuve a régimen, apareció Adán, quién al mostrarme la costilla le dije: “Hombre, pongamos juntos la carne al asador”. De ahí en más la práctica del sexo fue de menor a mayor hasta el invento del virtual. Nunca me hubiera imaginado estar mitad y mitad en pantalla como Dios nos trajo al mundo. Claro que cuando era la única sobre la Tierra, yo era lo más parecido a la muñeca Barbie. Y él, una creación perfecta del Adonis de la mitología griega y el David de Miguel Ángel. Pero ahora con internet y la pandemia del coronavirus esto del sexo virtual me angustia. Yo parezco la nieta de Botero, y él, Cupido en tratamiento con bypass gástrico para adelgazar. Además, tuvimos que dejar la hoja de parra para darnos cuenta que sin depilado todo era más peliagudo. Que nuestras partes íntimas no eran tan bellas como las que pintó Boticelli. Y confesando, nada que ver el romanticismo de a media luz los dos. Ahora ya no existe nada original en el pecado original porque es mediático. Además, es bueno que a una le den una mano cuando la necesita, pero otra cosa es todo manoseo. Yo creía que el orgasmo era plano como la cama y ahora viene en tridimensional.

¡Oh Dios quiero volver al Paraíso, a estar sola con mis fantasías y a no a ser televisada y tal vez pirateada y extorsionada!

Invitada
Martha Wolff
Periodista y escritora

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