Santo en la Web y en la Red

16 de abril, 2024

Martha Wolff. Anuncios partidarios de ayer y hoy.

¿Cómo haría un locutor de la era peronista anunciando los regalos que daban a los pobres Evita y Perón? Esa foto tantas veces repetidas es imposible de olvidar. Tampoco cuando Evita decía que antes de decir “Mamá” había que enseñarles a los chicos a decir “Perón”. Y también recordar lo que le pasó a los que íbamos a la primaria en la década del cincuenta, y otros cursos, de tener que ir al Congreso a besar a Evita embalsamada para darle el adiós. Sí, porque había que ir, no quedaba otra, además fichada. Si el padre como el mío era empleado de comercio, además debía usar la banda de luto en su saco. Cuando me tocó el turno ante su féretro, tuve que besarla, mientras una señora con un trapo o algodón con alcohol limpiaba el vidrio por cada uno que lo hacía. El país estaba de luto. Los que vivíamos cerca del velatorio, los homenajes se extendían hasta nuestras casas. Pero no solo en esa ocasión desfilaron multitudes dolientes por su muerte, también pasaban cientos de manifestaciones peronistas de Plaza Once a Plaza de Mayo, convocados por las concentraciones partidarias. ¡Eran inolvidables! Fueron muchos los hechos que presencié. Como cuando allanaron el departamento de un vecino perseguido por ser comunista y se lo llevaron preso. Como cuando escuchaba sin comprender bien a mi padre, viajante de comercio, quien iba en tren al interior del país, y contaba que detectives simulando ser pasajeros se sentaban para hablar mal de Perón. Si no se percataban de la trampa a la estación siguiente no llegaban a destino.

Cuando fue la noticia que Eva entró a la inmortalidad empezaron a poner caños de metal en

todos los frentes cercanos al Congreso para ir colocando las coronas de flores que llegaban más allá de mi domicilio. Todo parecía un cementerio por el olor de las flores mustias. En esa época no había baños químicos, las calles pasaron a ser inodoros, y las calles adyacentes el estacionamiento de los colectivos que traían a la gente del interior del país. Nada nuevo bajo el sol. Luto y demagogia a la orden del día.

Este modus operandi sigue vigente, clientelista y decadente ante un país en crisis. Pero en crisis relativa, porque hay plata para propaganda en planes de solidaridad, planes para sumar votos como el qunita y la ropita para bebé con el escudo peronista que Kicillof le dio a Tolosa Paz con un costo de 6 millones de pesos. Este es un país que asegura el embarazo, la maternidad, el parto, la vestimenta al recién nacido y el aborto.

Criada entre dos mundos: el de mi hogar con padres inmigrantes escapados de las dictaduras

y persecuciones de Europa, quienes sabían de comunismo, de fascismo y de nazismo y el de la calle, que había que callar con el peronismo. Asimismo, en la escuela, porque había denuncias entre los mismos alumnos, muchos eran hijos de afiliados al partido. En el colegio secundario estaban las activistas de las UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Tenía un permiso que mi madre supo conseguir por ser yo asmática, para protegerme de la infiltración política que le daba deporte y alegría a la juventud. A esas otras soplonas, cuando cayó Perón las boicoteamos.

Pero todos tranquilos ciudadanos argentinos. Ahora las madres que salen de los hospitales y los que recibieron el ajuar peronista logran que la nueva generación esté protegida. Faltaba en el kit los pañales, porque no es lo mismo que los recién nacidos hagan sus necesidades en pañales comunes que no sean los peronistas.

De este modo este locutor se despide de ustedes hasta las nuevas informaciones de donaciones al servicio de la Patria.

INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora

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