Santo en la Web y en la Red

28 de marzo, 2024

MARTHA WOLFF. Ofensa a los pobres que no están en las cárceles.

Desde que dejaron salir a los presos como medida “preventiva” por el contagio del coronavirus, vi un informativo en la pantalla de televisión donde se repetía la frase: “la cárcel estaba llena de pobres”. Confieso que, si yo fuese pobre, me habría sentido ofendida, porque esa es una acusación a los pobres honestos, que son la mayoría, porque no son delincuentes.

Nadie duda que los que están presos son gente necesitada, pero dispuesta a dejar de serlo a través del crimen, el robo, las entraderas a casas y negocios, el pillaje grande y chico, el asesinato, el delinquir, la venta de droga además de violar, atacar, asesinar y tantas formas de obtener dinero ilegalmente. Esa ofensa de señalar a los pobres como gente propensa a ser capturada por explotadores, o andar hasta encontrar una víctima con un arma, es denigrarlos. No todos los que viven humildemente son delincuentes ni inmorales, y no todos los que habitan precariamente no trabajan o viven de lo que sustraen. En las villas miserias viven personas de bajos recursos que salen a trabajar, que educan a sus hijos, que sus madres hacen lo mejor para que se superen, que luchan para que el hacinamiento no sea un modelo que los condene.

En todos los lugares en los que viven hay deseos que sus hijos progresen y sus padres se esfuerzan para cuidarlos, otros en cambio los maltratan y lanzan a la aventura del mal. Los pobres que llegan a la cárcel son los que eligieron vivir al margen de la ley. Son los que por razones sociales desean lo que otros tienen, ya sea desde una gallina a un coche, desde una billetera a una joya, etc. La medida es directamente proporcional al modelo que tuvieron, a la orfandad tanto parental como de lo recibido de parte del Estado. En la escala del no tener, el apretar el gatillo y matar, es una práctica para lograr su objetivo.

Los pobres de hoy, los de ayer, y de antes de ayer, lucharon contra su pobreza para subsistir y llegar a mejorar sus vidas. Los de hoy como los de ayer y antes de ayer, fueron y son, desde inmigrantes que llegaron sin dinero, sin idioma, muchos con familia o solos, y salieron a trabajar para superarse. También están los argentinos nativos que tuvieron que emigrar por la basculante economía que sufrió el país, lo que llegaron del interior a la capital para ganarse la vida y no para delinquir.

Los inmigrantes que padecieron la Primera Guerra Mundial y el hambre, trajeron en sus manos sus habilidades, habiendo sido de otras culturas, habiendo pasado hambre, perdido seres queridos, dejado sus parientes tan lejos, y no fueron ni asesinos ni ladrones en un 99%.

Los que escaparon antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial del drama del fascismo, del nazismo y del comunismo, muchos habiendo estado en campos de concentración y de exterminio, de llegar huérfanos totales, pero dispuestos a recomenzar, no fueron asesinos ni ladrones en un 99%.

Es cierto que había trabajo y comida, pero también es cierto que tanto los pobres que vivían aquí y los que llegaron, tenían principios de ética y familia, y con ese bagaje progresaron ellos y el país. Por eso me dolió leer el reiterado escrito que los presos en las cárceles son pobres, y lo son porque las cárceles deben ser centros educativos para regenerarlos, cuando estén libres de sus condenas. Pero históricamente las cárceles han sido antros de exacerbación de vicios por

mantenerlos hacinados y pasivos. No se ha invertido en mejorar su vida en prisión y a la vez la Justicia se ha convertido en un instrumento político de turno.

Por eso es que hubo el cacerolazo de parte de la población, porque los pobres presos por asesinato, violación y robo, fueron favorecidos por muchos enriquecidos dirigentes que están libres, como paradoja para demostrar que su pobre situación tiene que ver con el contagio al coronavirus. Yo pregunto, si cuando mataban, robaban, violaban, no tenían miedo de hacerlo. Y vuelvo a preguntar, por qué no tomó el gobierno la medida preventiva dentro de las cárceles o en predios municipales aislados de los otros presos no contagiados. Y vuelvo a preguntar si esos pobres presos, que ahora conocieron el miedo, serán mejores personas o serán los que seguirán metiendo miedo para robar, matar y violar.

INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora

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