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26 de julio, 2024

MARTHA WOLFF. Padres e hijos entrampados por la droga.

Terminó el año y comenzó el nuevo con gran consumo de droga y alcohol en adolescentes y jóvenes. El tema del consumo de alcohol y droga de parte de los jóvenes es un tema preocupante para los padres. Los hijos consideran que de vez en cuando probar un cigarrillo de marihuana no hace nada, y tomar es parte de la diversión. Cuando los padres se dan cuenta que sus hijos son consumidores de ambas tentaciones, los hijos reaccionan explicando que, si los grandes toman alcohol, es igual que a lo que ellos hacen. Y es cuando los padres no aceptan la comparación porque nos son borrachos si toman unas copas, y que esa costumbre, no les deteriora el cerebro como la droga. Para los padres, lo que hacen sus hijos, es un camino hacia la adicción. Para los jóvenes, no lo es, para lo que tienen un lenguaje de defensa. Según la coraza de los jóvenes, si hay confesión, argumentan que uno de vez en cuando no hace nada, que tomar en las previas y las fiestas es para divertirse.  Así se produce una situación en la que los padres saben que sus hijos consumen, no pudiendo evitar confrontarlos, ante lo cual afloran discusiones con lenguajes y filosofías de vida de dos mundos diferentes. Los padres observan a sus hijos,y los hijos sienten que los padres no los comprenden. Los hijos lo hacen a escondidas, en grupo y en fiestas. El porro colectivo abunda en las reuniones que hacen tanto en sus hogares como en otros lugares. Sus padres observan que llegan cansados, con los ojos vidriosos, duermen mucho, vomitan a veces, tosen por el efecto de la fumata, o se los ve súper activos y poco concentrados.

Para que los padres y los hijos estén mejor informados de una realidad que atenta con la vida de los jóvenes una consulta con el Doctor Eduardo Kalina, psiquíatra especializado en adicciones, respondió a la pregunta qué deben hacer los padres y qué se debe hacer para ayudarlos o salvarlos?
El Doctor Kalina dijo que lo primero que tienen que hacer los padres es que examinen sus propias conductas al beber y fumar mucho. Ese modelo que les dieron tiene que revisarlo porque la conducta de los padres es el espejo donde se miran los hijos. El lema de “Haz lo que yo digo y no lo que yo hago”, es el inductor por excelencia para repetir historias. Luego el deber de los padres es de hablar, develar ese misterio y tratar de dar informaciones científicas claras o consultando a un profesional para que los ayude. Aclararles que la marihuana es un tabaco y es tóxica como el tabaco que contienen 4000 componentes, todos malos y cancerígenos. Insistir en que la toxicidad es propiedad de ambos. Demostrarles que de la marihuana de la planta se puede sacar componentes que son útiles como el dronabinol que se usa para tratamientos para el cáncer, pero que hay otros remedios que son mejores y que los ayudan favorablemente. No dejar de remarcar que la cocaína es la única droga que puede producir un infarto mortal… y eso se evita de publicitar. A los consumidores se la vende como la droga de la alegría y es peligrosísima cuando se le suma alcohol que los despierta y estimula y por el contrario la marihuana es sedativa. El mezclar marihuana con alcohol es altamente peligroso porque actúa alterando los reflejos y por eso al lanzarse los jóvenes a manejar sufren accidentes fatales ante la omnipotencia de que todo lo pueden.
A los hijos hay que hablarles con pruebas científicas seria para que tomen conciencia del peligro que corren. Hay que rebatirles los argumentos, como por ejemplo, cuando comparan lo que hacen con la costumbre de los padres de tomar uno o dos vasos de vino en las comidas, a lo que hay que decirles que eso no enferma y que se resiste con salud a esa ingesta, pero que un solo cigarrillo es dañino.
En una palabra las frases repetidas que tienen que ver con los slogans subliminales de las publicidades, los ejemplos de las películas, los versos de los que incitan a imitarlos, los que tratan a los que no prueban de boludos/as o maricones/as y todo el espectro que ofrece el convite a sumarse a las rondas de alcohol sin límites y las drogas en sus variantes de oferta, hay que destruirlos y demostrar las investigaciones científicas como pruebas fehacientes. Lo demás es puro convite a la destrucción, vicio, adicción, condena de una vida arruinada y la muerte.

Los padres viven preocupados, porque a ellos también les llegó esta pandemia del consumo de drogas, a sus propios hijos. Al enfrentarlos estallan grandes peleas familiares. Uno de los argumentos es: “Un porro papá no hace nada, todos fuman. No soy un drogadicto porque lo hago. Vos fumaste siempre y yo lo hago de vez en cuando.” Así los padres creen que habrá soluciones mágicas al retarlos y tratar de ocultar socialmente la angustia de esta moda “alcohol y yerba” cuando están de joda. Y con respecto al alcohol vuelve la otra frase: “Vos tomas vino y eso a la larga hace mal”.  Así van y vienen explicaciones, copas de más, copas de menos y las costumbres aceptadas de que no son perjudiciales de parte de los mayores. Pero los padres saben que se trata de mezclas que, junto a la bocanada de un porro, según ellos, los hace navegar por un mundo de liberación y placer. Por otra parte, es más difícil esconder las botellas que se consumen para marearse y alegrarse, con la evidente basura residual que las míseras colillas que quedan de una fumata, con su espantoso y penetrante olor, que los delata.  Divertirse con cigarrillos de marihuana y alcohol, entre los que los preferidos son la cerveza, el gin, el vino y el Fernet, y todos mezclados, los excitan más. Divertirse chupando y liberando represiones para dejar a pura piel las sensaciones de placer del beber y del fumar “yerba”. Divertirse como una piolada grupal para consolidar la acción de los que los medios engañosos muestran, en series y películas, produciendo el éxtasis de evadirse de la realidad. Divertirse en ronda, aspirando, intoxicando sus pulmones y cerebro, que con cada bocanada va sumando el deseo de volver a hacerlo, y que día a día les va exigiendo ese maléfico alimento destructivo. Ese humo de olor penetrante, que es la mercancía de los que producen y venden dependencia y muerte a corto y largo plazo. Divertirse, porque si no los jóvenes se aburren de trabajar, estudiar y comer, para los que pueden comprar. Para los que no tienen recursos pueden ser los soldaditos de venta de los dealers, o pueden consumir el pegamento que suple a los alimentos, el cual es mucho más dañino. En todos los casos, verlos mareados en otra dimensión, da pena, porque ese paliativo cuando pasa, no mejora la calidad de vida de los que se entregaron a una pitadita o más.

La preocupación de los padres es a nivel mundial. Las reuniones son para consumir y con ello llega la alegría que da tristeza. Verlos salir de los boliches hechos una piltrafa, entre los que les venden entre música ensordecedora para empezar a estimularlos, la baja de oxígeno en el ambiente, para que tengan más sed y terminen tomando agua de los inodoros cuando se termina la guita, y las médicas que contratan junto a ambulancias para llevarlos entre coma etílico y con dificultades respiratorias. Diversión que muchas veces, transforma a los dependientes en ladrones en sus propias casas, para costearse el vicio, y otros síntomas más claros que el agua.

Los padres de hoy, sin ninguna diferenciación social, están preocupados. La droga corre por doquier, los que las solventan, son traficantes de mano limpias con el manejo de grandes coimas a los poderes de seguridad para inseguridad de sus hijos. Hijos que, para entrar en la rueda de los círculos de amigos, si no toman son maricones, y si no fuman son boludos. Para pertenecer, hay que ser parte y arte de los elementos que hacen a la meta de divertirse.

Los padres están preocupados porque no se trata de chicos de jardín de infantes a los que los llevaban, retiraban y controlaban mientras se entretenían. Los padres ahora protestan porque tienen miedo de perder a sus hijos en medio de esta locura estimulada por las películas, medios de comunicación y ofertas, desde combos hasta delivery a domicilio de la droga, las ofertas callejeras, los amigos que invitan, y la tentación, que se han convertido en enemigos de sus hijos. En un mundo dividido entre padres e hijos, porque antes se divertían de otra manera, y ahora por esta pandemia del polvo mágico blanco, a llevado y está llevando a la nueva generación a no darse cuenta del daño al que están expuestos.

También la moda de la jarra loca y la previa es otro código para pasarla bien. Y los padres se vuelven cómplices de ese consumo porque los ven con sus bolsas con botellas y por el aliento que desprenden después de una noche etílica o el fuerte olor que desprenden sus ropas por lo fumado.

Todo esto es un entrampado entre padres e hijos, porque ambos saben la verdad, y la pregunta que los adultos se cuestionan es: ¿Qué hacemos ante todo esto? ¿Qué castigo darles? Prohibirles salir no es posible pues se irán detrás de sus juergas porque es la ley de la juventud, y este submundo entre padres e hijos es el resultado de un submundo en el que corre una industria macabra que reporta a sus armadores grandes fortunas para estimularlos. Opuestamente para los jóvenes corre mucho peligro para deteriorarlos con el tiempo. Si los padres no hacen algo para mitigar sus preocupaciones, y ellos no asumen el conocimiento del daño irreversible que produce la droga.

INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora

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