Santo en la Web y en la Red

26 de julio, 2024

MARTHA WOLFF. Recordando enfermedades de época y los remedios caseros.

Ante la grave situación mundial de la salud frente al coronavirus me puse a recordar los antiguos remedios entre caseros y costumbristas que se usaban en mi niñez, allá en la década del cuarenta. Por supuesto que teníamos el médico de familia que siempre acudía a atendernos y en quien se depositaba la total confianza porque era palabra santa. Pero también se practicaban remedios caseros tanto traídos de Europa por nuestras familias como los agregados caseros y hasta yuyeros aprendidos en nuestro país, aconsejados por las vecinas, porque eran trasmitidos de mujer a mujer.

Lo primero que recordé fue olfativo y luego visual y era la bolsita de alcanfor. Se trataba de ese rectángulo de tela con un broche de gancho que nos ponían nuestras madres prendidos en las camisetas. Un fuerte olor nos mantenía a distancia prudencial de otros chicos, Eran pastillas de la planta medicinal alcanforero cuyo nombre científico es Laurus Camphora que se extrae de un árbol originario de la isla de Borneo, en el continente asiático, que es una planta medicinal antigua que se usaba para tratar dolencias o síntomas como catarros, inflamación de las vías respiratorias y nariz congestionada y para neutralizar malos olores. Y así como había pastillas, también había aceite vegetal para hacer vapores descongestionantes, tratar dolores de estómago, controlar colitis. No faltaba ante las contracturas usar cremas para masajes relajantes porque mejoraban la circulación de la sangre, prevenía enfermedades de los ojos como la conjuntivitis e irritados; aliviaba la hinchazón abdominal y los gases; evitar la varicela; favorecía la digestión y ayudaba a tener un buen metabolismo; disminuía dolores por reumatismo o artritis y golpes, esguinces y contusiones desinflamando los músculos; Descongestionaba las vías respiratorias y era  expectorante; desinfectaba heridas; se usaba como tratamiento de hongos en la piel o uñas, como repelente de insectos y piojicida y reducía el ardor en las picaduras de mosquitos; era terapéutico sobre problemas de la piel, acné y erupciones, fortalecía el sistema  inmunitario evitando que nos enfermáramos por virus y bacterias.

Así toda esta batería de beneficios lo supe ahora mientras a los chicos de antes ese olor que desprendía nos mantenía a distancia prudencial los unos de los otros como ahora con el coronavirus.

Con esa medicina preventiva nuestras madres creían y sentían que nos ayudaban a estar más descongestionados cuando tomábamos frío y disminuía el cuadro tusígeno. Y en honor a la verdad, si me ayudaba o no, no lo sé. Lo que sé es que todos éramos chicos con un halo al mejor estilo mágico y preventivo de contagios que nos separaba los unos de los otros.

Entre otras enfermedades y terapias que vuelven a mi memoria de las que se hablaba en el barrio, una era sobre los remedios que eran capaces de matar a los parásitos del cuerpo de manera natural. Hagamos memoria que los alimentos no venían envueltos al vacío ni había los métodos que su usan hoy para matar las plagas, su venta iba de la tierra al consumidor. Digo esto porque tenía una amiga de la cuadra, que tuvo la Taenia saginata o sea teniasis, por ese parásito que le causaba problemas digestivos, dolores abdominales, pérdida del apetito, pérdida de peso y malestar estomacal y eliminaba los proglótidos (segmentos de la Taenia) a través de las heces, pero no su cabeza. Era lo que se llamaba “la lombriz solitaria”, en el caso de una amiga mía, fue cuando la expulsó en una fiesta gracias al ajo. En las explicaciones sobre este parásito, se advierte que hay gusanos con ventosas pegados en tus intestinos,y se recomendaba frutoscomo el coco, la granada, cáscara de nuez negra, ajenjo, clavo de olor, tomillo y orégano, para curar las parasitosis y también hierbas paraayudar a eliminarlos de manera natural y sana. Así los virus, hongos, bacterias y parásitos e incluso los vampiros fueron rechazados gracias al ajo al que odiaron y habiendo sido un “remedio casero”, ayudó naturalmente a deshacerse de los parásitos intestinales a quienes los afectaba. Y así fue que la madre de mi amiga usó el ajo fresco dándole de comer tres dientes todas las mañanas durante una semana, y el día que lo despidió fue una fiesta, porque iba a empezar a engordar ya la que engordaba era la Taenia saginata.

¡Ah! Al igual que con el alcanfor el ajo alejaba mosquitos, zancudos y pulgas. O sea que a lo que menos olíamos era a perfume francés.

Podría seguir contando sobre el “broncodilator” efecto de hervir hojas de eucalipto, y las ventosas para sacar el frío que nos dejaban las espaldas con moretones…y tanta medicina casera que nos sacaba adelante.

Para terminar, quiero invocar a los dioses que iluminen a la ciencia, para salvarnos del coronavirus. Nombro también a un perfume desinfectante, llamado acaroína, conocido con el nombre de “fluido Manchester”, “zotal” y “creolina”, bactericida natural derivado de la destilación de la madera que perfumó baños, aulas y veredas, cuando fue la infección por la parálisis infantil en nuestro país.

Se debería confeccionar un diccionario de esas costumbres que aliviaron tantos dolores como cantaría Frank Sinatra…a mi manera….

INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora

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