¡FELIZ CUMPLE, TE AMO! estaba escrito sobre la torta de chocolate, no de chocolinas, en forma de corazón ribeteado con rosas en degradé entre los fucsias y rosados. No fue una torta improvisada, casera, hecha con bizcochuelo y polvo de cacao, de esas que se hacen en secreto para homenajear sorpresivamente a un ser querido. Fue encargada para demostrar amor de un hombre a una mujer. De un enamorado a una enamorada. Fue para lucir y mostrar que se trata de un hombre que tiene el don de decir lo que siente, sin restricciones, ya que reinar es gobernar. Hasta aquí el capítulo de la novela: “Idiotas unidos del Río de la Plata”.
El capítulo siguiente como todo argumento de la trama novelesca que parecía la felicidad de Palito Ortega, debió pasar de la comedia a la tragedia. Lo prohibido para el pueblo estaba permitido para la realeza. E igual que en la vida real y las películas hubo rebelión. Así los súbditos se enojaron y se vieron burlados ante los privilegiados en sus torres de marfil. Pero sin desenlace no hay novela, el diablillo metió la cola, se supo de los festejos de los cumpleaños en serie y en secreto de los dueños del poder, alguien buchoneó y todo se pudrió. Hasta aquí el autor fue más claro que el champagne que se sirvió en esas ocasiones en el Palacio de Villa Olivos. Fue algo como diría un atorrante de barrio: “Viste, los piolas la pasaban piola, mientras nosotros los giles, ni siquiera podíamos ir a la milonga. Nosotros encerrados, ellos amurallados y custodiados por un perro guardián adiestrado para pasear.”
El argumento debía seguir para tener a los espectadores sobre ascuas y el autor armó el texto para convertir la mentira en verdad. Había que moverles el piso a los protagonistas de simulada sangre azul. Entonces fue cuando la magia del escritor hizo aparecer al hada madrina para que desplazara el bien sobre el mal social. Fotos testimonian el gran deschave de las reuniones clandestinas en plena época de la “Ley Seca” como en Norteamérica. Pero, ¿quiénes fueron los invitados ta tan, ta tan? Se supo, eran trabajadores esenciales. Una dron viralizó el evento íntimo. Y llegó el desenlace que hace a la acción interesante. Los enemigos del poder reinante y al acecho como reguero de pólvora, traspasaron el submundo de la quinta en la que no se cultivaban verduras sino privilegios.
Así la novela se puso imperdible, y al año siguiente, gracias al periodismo que siempre saca a la luz los hechos, le dio pie para que el pueblo pudiese saber de qué se trataba, mientras ellos eran tratados de idiotas y desobedientes, bajo el dedo acusador de su coronado conductor político. Ante semejante tembladeral se le pidió a la Justicia que actúe, cosa que hace rato creen que están en un eterno mes de feria judicial, creyendo que todo el año es Carnaval, para disfrazarse de ausentes soplando la balanza de la Justicia para el lado gobernante. Los ciudadanos indignados no hicieron una manifestación frente a la quinta como suelen hacerlo, sino que hicieron sentir su indignación a lo largo y lo ancho del país a través de redes sociales y como pudieron.
Hasta aquí la novela se ponía cada vez más interesante, hasta que el salvador del país, el amante enloquecido de pasión por su amada, su mensajero de ramos de flores, que ganó el Guinness y la torta más sexy, como por arte de magia se le cayó la careta y la acusó de subversión hogareña al no respetar el protocolo con un simple brindis. Casi un novelón de rencor machista de las feministas en boga.
Para terminar, ya concretada la culpa de quien lo hizo ante la opinión pública, que no fue suficiente, había que buscar un final feliz, como en el cine, la vida real y los votos ¡Y colorín colorado, los reyes escapando de la furia se fueron a las Cataratas del Iguazú con una heladerita, y no sabemos, si fueron felices y comieron perdices o la torta que sobró! Y cuentan mientras miraban caer las cascadas de las cataratas que cantaban esa famosa canción brasilera: “El agua lava, lava todo, mais el agua no lava lengua de la gente”.
INVITADA
Martha Wolff
Periodista y escritora